Aunque el escepticismo generalizado sea la respuesta en la calle, entre la ciudadanía, sobre el nuevo plan Zamora10 para la dinamización y el desarrollo de la provincia, el hecho cierto es que la iniciativa puede cumplir una labor necesaria y eficiente. Porque de lo que debe tratarse, especialmente, por parte del empresariado que integra el proyecto, es de servir como impulso, como recordatorio fijo y permanente a las instituciones acerca de los objetivos emprendidos, o sea no dejar en ningún momento que el asunto caiga en el olvido, que es lo que ha acabado pasando siempre en este sentido, o se vaya perdiendo en el fárrago político y sus recursos habituales de comisiones, informes y demás formulas para dejar pasar el tiempo sin comprometerse. Parece que se está en ello, en que así sea, aunque algunas de las ideas que barajan y en las que se insisten pueden conducir directamente a lo que se pretende evitar, como sería el incluir a presentantes políticos en los órganos directivos del plan. Si se quiere que algo fracase, salga mal, o o no salga, sencillamente, no hay nada más eficaz que meter a políticos en el ajo. Aparte de que siempre jugarán de acuerdo con los intereses de su partido. Ahí está, tan cara, la quiebra de las cajas de ahorro, pues esta gente es capaz de hundir lo que le echen.

Pero, claro, hay que se realista en la vida, porque para llevar a cabo los fines de Zamora10, que en su mayoría son importantes, están bien elegidos y pueden resultar trascendentes para un cierto despegue de la provincia, se necesita, urge, dinero, bastante dinero. Y el dinero, aunque sea de todos, lo gestionan ellos, los responsables de las instituciones. Así que los empresarios, que esta vez están decididos a coger el toro por los cuernos, apostando firme, ya se han vuelto a reunir con los responsables del Ayuntamiento, de la Delegación del Gobierno, y de la Diputación. Todos los cuales han acogido con interés y ganas el tan ambicioso e imprescindible proyecto, como ya hicieron en la presentación del mismo, pero mostrándose cautos, en sus propias palabras, en cuanto a las posibilidades de financiación. Ahí le duele. Pero sin dinero, solo con el montante que puedan aportar los emprendedores del plan, poco se puede hacer. De modo que no queda otra a los responsables del nuevo plan que continuar insistiendo, una y otra vez, hasta que se consiga, que el que no llora no mama, ya se sabe.

Ahora bien, conviene igualmente ir con cuidado, con precaución, con humildad y sin aires de grandeza. Porque no se entiende muy bien que si se carece de fondos se piense en poner en marcha una oficina, con gerente y personal, que supondría para lo que resta de año y el siguiente la friolera de 172.000 euros, la mitad a cargo de las instituciones - es lo que se pide- alguna de las cuales, como el Ayuntamiento de la capital acaba de tener que pagar la cuantiosa deuda del artificioso y baldío invento de la sociedad de turismo. La sede bien podría ser instalada en las oficinas de CEOE o de la Cámara de Comercio, por ejemplo, y de entrada limitando y minimizando todo el capítulo de gastos, incluido el de personal, hasta ver como va resultando el asunto. Paso a paso. Que para ir a más siempre hay tiempo.