T remendo lo ocurrido en la Iglesia de San Pablo de Valladolid, durante la celebración de una boda. Un hombre, que resultó ser un súbdito marroquí, de 22 años de edad y residente en Valladolid con permiso de estudiante, irrumpió en plena celebración al grito de "Alá es grande" y una vez cerca del altar, amén de arremeter contra el sacerdote, comenzó a derribar distintos objetos litúrgicos. Ha sido detenido y de ahí no va a pasar la cosa. Pruebe usted a hacer lo propio en una mezquita y no tendrá tiempo de comprobar el resultado. Estos que gritan: "Alá es grande", mientras le quitan la vida a sus semejantes, me hacen pensar que no es tan grande su dios.

Los practicantes del buenismo patrio justifican incluso la acción llevada a cabo por este espécimen con antecedentes por alteración del orden. El quijotismo patrio mal entendido. Qué coño hacen las autoridades españolas que no se lo devuelven a Su Majestad el rey Mohamed VI de inmediato. Allí no les valen ciertos comportamientos. Les pegan un empujón y directamente a las mazmorras, sin pan ni agua para más inri, hasta que vuelven a la sociedad purgados de sus pecados y con más hambre que un maestro escuela de los de antes.

Sólo nos faltaba esto. No les basta con las masacres que permanentemente realizan aquí y acullá, no les basta con arrasar las iglesias coptas en Egipto y cargarse a un montón de cristianos de una vez, que ahora vienen a España a alterar nuestras costumbres y tradiciones, a imponer las suyas. Y me da igual que lo perpetren en un templo católico, que en una discoteca, que en un restaurante, que en un parque. Vienen a cargarse nuestras libertades y o nos ponemos las pilas o ellos tienen todas las de ganar. Porque esto es la guerra, señores. En España hay tanto mentecato que defiende este tipo de actuaciones que, miedo me da.

El hecho de que unos pocos justifiquen este tipo de actuaciones, da alas a estos asesinos. Se sienten acogidos, se sienten cobijados y actúan con total impunidad. Me encantó la reacción de los invitados a la ceremonia religiosa, lo pusieron fuera de combate en menos que canta un gallo, y eso que el factor sorpresa jugaba en su contra. A los novios no creo que se les olvide ese día. Una anécdota, porque acabó en nada, en un susto, pero que de haber ido armado, pudo haber acabado en tragedia.

Me parece de perlas que las autoridades británicas, en base a lo que viene ocurriendo en el Reino Unido, tomen medidas, y allí no se andan con contemplaciones, dando incluso más poderes a la Policía. Aquí, en España, nuestras autoridades no pueden dormirse en los laureles tienen que estar más atentos que nunca porque esto no ha hecho más que comenzar. Miedo dan los lobos solitarios y los que actúan colectivamente. Bien es verdad que tanto Policía como Guardia Civil están realizando servicios brillantísimos al respecto, desarticulando células, deteniendo a ejemplares que se dedican a adoctrinar a los que acabarán matando y muriendo por un Alá irreconocible. No puede haber un dios así.

Ojalá que lo de Valladolid haya sido un caso aislado, algo que no se va a volver a repetir porque, de otra forma, si cunde el pánico y empezamos a hacer el idiota con eso del buenismo que algunos practican tontamente, estamos en sus manos y sólo en sus manos podemos sucumbir, perdiendo las libertades ganadas a pulso o lo que es peor, perdiendo la vida.