Ala vuelta, apenas un par de semanas después, resulta que son muchas las cosas que mientras han ocurrido, e importantes, desde las eleciones primarias del PSOE que dieron la victoria a Pedro Sánchez, rearmando el partido hacia la izquierda, hasta ese espectacular aumento del número de puestos de trabajo registrado en el último mes y que abre expectativas optimistas al Gobierno, pasando por la obligada dimisión del breve fiscal anticorrupción, polémico de principio a fin, cuando se conoció su vinculación a una sociedad familiar ubicada en los paraísos fiscales de Panamá.

Lo de Sanchez, su victoria final, poco sorprendió. Las encuestas suelen equivocarse, pero no tanto en cuanto al ganador, y todos los pronósticos coincidían en que el exsecretario general volvería al cargo del que fue dispuesto. Y volvería por aclamación de la militancia, como así ha sido. Ha sido como que los socialistas no pagan traidores, y la intrigante andaluza Susana Diaz, ariete y cabeza visible de la trama que derrocó a Sanchez por no querer apoyar con la abstención un Gobierno de Rajoy, ha quedado con el culo al aire, lo mismo que los barones regionales que la apoyaban, afanados todos ahora en templar gaitas. Sánchez, que ya se ha confesado cercano a Podemos, pero nada más, no olvidará así como así y lo demuestra que su primer propósito sea conseguir que al máximo dirigente del PSOE solo pueden apearle del puesto los mismos que le hicieron ganador con sus votos y por igual procedimiento.

Con Sánchez otra vez cabalgando después de triunfar por goleada en las primarias, ya sabe Rajoy que no podrá contar con el PSOE en el futuro y que se acabaron las ayuditas socialistas. Pero el presidente del Gobierno y del PP está crecido, muy crecido, lo que es bueno, tras sacar adelante los presupuestos del Estado y presumiblemente también los del año próximo, pues ello dará garantía de estabilidad a la legislatura. Aunque la compra de los apoyos necesarios cueste un dineral, y en lo que va de año la deuda pública haya aumentado en 11.000 millones, pero esto se calla, claro. Tan en forma parece hallarse el presidente que ha abandonado su habitual tancredismo, se ha lanzado hacia adelante, y ha cogido el toro del independentismo catalán por los cuernos, garantizando que nunca habrá referéndum ni secesión en Cataluña, algo que ha sido muy bien recibido por la inmensa mayoría de los españoles. Los líderes separatistas le han replicado que si piensa mandar a la Guardia Civil. Pues podría ser. Existe esa posibilidad de que las fuerzas del orden cierren los colegios o retiren las urnas de la consulta, si se pretende celebrar. Es un recurso legal que está ahí, aunque Rajoy siga prefiriendo el diálogo.

Queda la moción de censura que presentará Podemos, pero eso parece preocupar poco o nada al presidente, si bien reconoce que ello puede desgastar algo al Gobierno. Pero no desacredita quien quiere sino quien puede, dado el fracaso que acompaña ya de entrada a la pretensión y por la cada vez más escasa credibilidad que arrastra el partido de Iglesias, un líder muy cuestionado por su mesíanismo viejo y rancio que desde el principio le ha hecho medir mal sus fuerzas y distorsionar la realidad.