El título parecerá raro en un país, como el nuestro, en el que no se sanciona a nadie, que yo sepa, con la pena del destierro. Ni siquiera se entiende cómo podría llevarse a cabo tal sanción hoy. Recuerdo a un don Miguel de Unamuno desterrado en Fuerteventura en el siglo pasado; o a un Jovellanos desterrado en Mallorca. Pero aquellos eran otros tiempos: se imagina uno las penalidades que deberían pasarse para llegar a la isla canaria, o a la misma isla de Mallorca, con los rudimentarios medios de transporte que entonces existían. Hoy, por el contrario, un moderno avión te lleva a cualquiera de esos lugares en cuestión de una hora y algunos minutos. En estas condiciones, mandarlo a esas, entonces lejanas, islas no supone destierro. Sobre esto, yo me imagino la que se montaría, en esos lugares, si saliera en la Prensa o se oyera en la Televisión que alguien era "desterrado" a esas queridas tierras de España; se organizarían manifestaciones mucho más ruidosas que las muchas que contemplamos, sin que se llame "destierro" al viaje obligado a cualquier rincón de nuestra Patria.

Todos los días debo ir a la céntrica Puerta del Sol a recoger el ejemplar de La Opinión que incluso me guardan los amables kiosqueros desde mi barrio de Embajadores.

Pues bien; es muy raro el día que no se llena la espaciosa plaza madrileña con manifestaciones por los más diversos motivos, unos importantes y otros de relativa importancia por el escaso número de perjudicados interesados en la reivindicación. Ante esos espectáculos, me figuro la mayor plaza de esas poblaciones, si se las considerara lugares de destierro. Todo esto tiene que llevarnos a asegurar que hoy en España ni destierra a nadie, ni existe algún lugar en todo el territorio español donde alguien pudiera considerarse "desterrado".

Sin embargo por aquellos años de los noventa, cuando dejé mi trabajo en la provincia de Zamora y me vine a Madrid, recibí el consejo, dimanante de un organismo provinciano, o tal vez internacional, en el cual se me decía que "no apareciera en los lugares en los que pudiera ser conocido". Como entonces yo me creía "conocido" en bastantes puntos de la provincia de Zamora, seguí mi camino hacia el sur y, realizadas unas oposiciones, ocupé plaza en un Instituto de la provincia de Jaén: fui como Profesor Adjunto Numerario de Filosofía y dos años más tarde, realicé oposiciones y ocupé la plaza de Catedrático en el mismo amado Instituto Santísima Trinidad de Baeza. La demora, acostumbrada entonces, en la Administración para normalizar los servicios, con aplicación de las nóminas correspondientes, me hizo ocupar en aquel Instituto, que siempre he considerado mi instituto, todos los puestos: comencé siendo interino de octubre a enero; dos años Profesor Agregado, y hasta completar los doce Catedrático. Menos director ocupé todos los cargos, incluso vicedirector cinco cursos. De allí vine a Móstoles, donde inauguré los dos primeros Institutos como Director. Las difíciles relaciones con el Profesorado me obligaron a dejar la Enseñanza Media y viajar a la Universidad de Alcalá de Henares, donde me jubilé, con setenta años, en Septiembre del año 2000.

Cumplí el destierro impuesto y no fui a Zamora y provincia en unos cuarenta años. Y desde hace unos diez años voy el día de la víspera a Zamora para unirme a la romería el Día de La Hiniesta. Hubo un tiempo en el que se me consideraba de La Hiniesta. Ahora se cumple la voluntad de quienes me querían lejos, porque nadie me conoce. He visitado la casa que fue de mis abuelos, remozada en su reestructuración y tal vez los nuevos dueños me reconozcan, si me ven por el pueblo. Recorro aquella población; y voy como un desconocido unido a los zamoranos que se integran en la romería. Asisto al encuentro de los dos Ayuntamientos a la llegada y por la tarde a la despedida, me acerco para mirar desde la puerta del cementerio el lugar donde fue enterrada mi madre en abril de 1939 y oigo la Misa con sermón en aquella iglesia en la que recibí la Primera Comunión el 16 de abril de 1939. Y participo en la comida de hermandad que celebramos los romeros en el salón de Deportes de aquella escuela a la que asistí de niño. Sigo considerándome un "desterrado". Por este motivo mi viaje anual a Zamora y La Hiniesta, que este año será el domingo y el lunes (4 y 5 de Junio), puede considerarse "un alto en el camino de mi largo destierro", que acabará cuando el que todo lo puede me llame a su seno, al que llegaré en Madrid, en Zamora, o donde Él disponga.