Estoy convencida de que la Primera Comunión es una de las celebraciones religiosas más esperadas por las niñas y los niños católicos. La Eucaristía es fuente de la vida misma de la Iglesia, en palabras del papa Francisco. Y Zamora, durante el mes de mayo, está registrando un buen número de comuniones. Ojalá que sean algo más que la parafernalia con la que a veces se disfraza ocasión tan importante en la vida de los pequeños. Y que a la primera, la más solemne, la más entrañable, la más emotiva, sigan la segunda, la tercera y muchas más comuniones, para que esa fuente de la vida corra por sus corazones.

Hoy sábado, en la iglesia de San Lorenzo, comulgará por vez primera Pablo Blanco Hernández, un angelote rubio, de mirada limpia y corazón enorme que es, ni más ni menos, que mi ayudante en las tareas de puesta en escena del Foro del periódico. Como que cuando Pablo no está cuando llego al Paraninfo del Colegio Universitario, sufro lo indecible, porque me falta su calor y su ayuda que es como un bálsamo en medio de la prisa y los nervios del momento.

Sus padres, Teo y Sandra, que son dos personas encantadoras, se prestan muy gustosos a que, por unos minutos, Pablo abandone los 'deberes' que le impone su condición de buen estudiante, para darme fuerzas y ayudarme. Y vaya bien que lo hace. He aprendido a querer a este chavalito rubio como el trigo bañado por el sol, que poco a poco ha ido tomando confianza y ahora incluso me dedica algún comentario que recibo alborozada.

Pablo es un niño muy estudioso, de sobresalientes. Un incansable trabajador, eso lo ha aprendido de sus papás que regentan la cafetería del Colegio Universitario. Tremendamente responsable para su edad y alegre, muy alegre y dicharachero cuando toca serlo. Lo que más me gusta de Pablo es ese su afán por ayudar a los demás. A mí me lo demuestra todos los jueves. No sé qué sería de mí sin él. Pablo es un niño de valores que, a punto de concluir el curso escolar con notas excelentes, va a vivir uno de los momentos más importantes de su vida. Quiero pensar que eso es así. Ya sé que luego la vida da tumbos y se revuelve e incluso a veces se pone en contra de lo que creemos, de lo que valoramos, de los ideales por los que luchamos. De ahí la importancia de cimentar bien, ese acopio de principios que hay que inculcar a los niños para que no se tuerzan.

Sandra y Teo están desde hace días como auténticos flanes. Pablo es hijo único, es la vida de ambos, y quieren para su niño lo mejor. Se lo están dando cada día con su amor, con su generosidad, inculcándole todo aquello que en verdad tiene valor y que para ellos está muy alejado de lo material. Como me decía Sandra, lo principal se vive en el templo. Lo secundario viene luego, cuando se reúne a familia y amigos para celebrar, tras el bautismo, el segundo acto más importante en la vida de los niños católicos: la Primera Comunión.