Hace tiempo que la gente se ha cansado de soportar a los líderes políticos afirmando que la corrupción de su partido no es tal, que solo afecta a algunos de sus representantes, que no es justo que se tache de corrupto a su partido porque lo fueran un número determinado de militantes, ya ocupen puestazos o puestecillos, o sean líderes o altos cargos. Porque, según ellos, solo se trata de traidores a la causa, y que, por tanto, es para ellos una situación desagradable que les causa grandes disgustos. Mientras los medios de información y la opinión publica ven como la mierda supera la tapia de la cuadra, ellos ni siquiera admiten tener heces en el gallinero. Pero lo que más molesta a los ciudadanos es la defensa a ultranza de delincuentes, a quienes ayudan descaradamente tanto en sus declaraciones públicas como en los juzgados, poniendo a su disposición los mejores bufetes de abogados; o destruyendo pruebas que les hubieran podido llevar al trullo; o pidiendo la anulación del caso; o presentándose como acusación particular para torpedear el proceso desde dentro. Y es que no terminan de darse cuenta que ya pasó el momento en el que el rebaño se dispersaba cuando veía acercarse a alguien con un puñado de hierba en la mano. Que su credibilidad hace tiempo que tocó fondo.

Esa es la situación que se vive en España desde hace muchos años sin que haya habido, en todo ese tiempo, un solo caso de corrupción en el que haya sido el propio partido quien haya tirado de la manta, adelantándose a los jueces o a las fuerzas de seguridad del Estado. Pero claro, es que la clase política parece conocer, mejor que nadie, el secreto de la cara dura, como reconocía Casado (diputado y vicesecretario de Comunicación del PP), el lunes pasado, en la TV de la Conferencia Episcopal: "A mí me pagan para salir en los medios a que me partan la cara".

Dichos medios de comunicación, entre otros "Dirigentes Digital.com", coinciden en decir que es el PP quien ocupa la cabeza de la clasificación en el ranking de corruptos. Un ranking, que tiene toda la pinta de ser solo la punta de un enorme iceberg. Ciñendo pues el análisis de la corrupción a dicho partido, observaremos que muchos analistas mantienen que podría tratarse de una epidemia, a lo que el PP responde diciendo que "solo se trata de casos aislados". Pero claro, ¿a partir de cuantos casos puede declararse una epidemia?: de diez, de veinte, de cincuenta, de cien, de doscientos. Porque se elija el número de casos que se elija siempre superará al umbral estadístico.

Aunque para algunos medios el número de imputados asciende a más de 900, repartidos entre más de 30 casos, "La Información.com" los cifra en algo más de 600, distribuidos entre diez comunidades autónomas, y concentrados, mayoritariamente, entre Valencia y Madrid, que es donde más y más variado es el número de cargos públicos investigados, imputados, procesados o condenados, pudiéndose elegir entre concejales o alcaldes, consejeros o presidentes de comunidades autónomas, ministros o vicepresidentes del Gobierno. Y cada día va apareciendo uno nuevo, o al menos no conocido por la opinión pública. Pero los dirigentes del partido que goza de más poder en España insisten en decir que no se trata de una epidemia, sino de casos aislados, aunque en los últimos tiempos vayan optando por aplicar la táctica de apartarse del corrupto, como si de un plato recién sacado del horno se tratara.

Los factores que definen si una enfermedad puede considerarse epidemia o no son la tasa de infección y la extensión del periodo en el que se manifiesta. Tratándose de una gripe, por poner por caso, se acudiría a la estadística descriptiva para representar tal fenómeno, recurriéndose a la conocida curva de Gauss, que, como es sabido, tiene forma de campana, sirviendo también esta curva para representar la corrupción política.

Recordemos que la campana de Gauss es una curva simétrica, en la que pueden visualizarse los datos sujetos a estudio, a partir de la media. Esta modelización pasa por cinco fases: la primera es la cola que recoge los primeros casos detectados, para seguir con el aumento gradual de los mismos, y el mantenimiento, en el tiempo, de un número determinado de ellos. Al otro lado de la curva, el descenso también será gradual, y terminará en otra cola que recogerá los casos residuales. La campana se representará en un eje de coordenadas, donde el tiempo aparecerá en el eje horizontal de la abscisa y las frecuencias de los de casos de corrupción en el vertical de la ordenada.

En el momento en el que nos encontramos, puede que se haya llegado al punto máximo de la curva, y que esté próximo a comenzar su descenso. Pero para llegar hasta aquí han tenido que transcurrir más de 25 años, que será, precisamente, el tiempo que habrá de pasar para que se complete la curva. De manera que a los ciudadanos de a pie aún nos queda mucho para dejar de ser dolientes de velatorio, puesto que, con este análisis, hasta mediados de siglo seguirá habiendo casos de corrupción.

De manera que la cosa va para rato, con minúscula o con mayúscula, libre o con comillas, como ustedes prefieran. En tanto va transcurriendo todo ese tiempo que ahora falta, dispongámonos a pasear por la orilla del Duero con un bastón en la mano con el que poder acariciar los juncos, eso sí, de manera perezosa.