El pasado 16 de marzo me encontraba dando un paseo por la calle Obispo Acuña. Al llegar a la zona de las escaleras de entrada para los gimnasios municipales me sentí mareada (fue una subida de tensión). Para no caerme me agarré a una bicicleta de las que estaban aparcadas.

Una señora al verme me agarró y muy amablemente me preguntó si me estaba mareando. Lo mismo hizo un señor, les dije que sí y desde ese momento no se separaron de mí, dándome todo tipo de atenciones.

Así tuve a dos ángeles de la guarda a mi lado, hasta que recibí asistencia de la residencia para mayores "Los Tres Árboles" en la que estoy de residente.

Tanto a los ángeles de la guarda que tuve a mi lado (de los que no sé su nombre), como al personal de la citada residencia les doy las gracias por ser ciudadanos solidarios, humanitarios y muy buenos profesionales.

Con todo mi afecto.

Pepita Carreto Alburquerque