Lo de este hombre, Rajoy, tiene en perplejidad constante a una sociedad ya desconcertada y desmoralizada al máximo por la indignidad moral existente en su torno en un país, su país, en el que la corrupción, con sus espesas tramas, implica sobre todo a políticos, grandes empresas y otros ámbitos del poder económico y financiero. Con todo lo que está cayendo estos días, con el expresidente de la comunidad de Madrid en la cárcel acusado de varios presuntos delitos, llega él, llega Rajoy, que al parecer no se ha enterado de nada, y dice que hay que sentirse orgullosos de ser del PP.

Así lo ha afirmado, más o menos, ante unos 1500 jóvenes de Nuevas Generaciones en su congreso de Sevilla. Un tanto talluditos ya muchos de los jóvenes pues la sección juvenil esa del PP que antes llegaba hasta los 30 años ha sido ampliada hasta los 35. La mayoría de ellos, unidos por un objetivo común: colocarse y vivir de la política, aunque sea no dejando de tragar sapos dado que la juventud tiende a ser idealista, aunque no siempre lo consiga. Los partidos son la mejor oficina de empleo, eso lo saben todos, y los ejemplos son infinitos, desde altos cargos a puestos de supervivencia. Algunos empezaron llevando cafés en UCD y con el PP llegaron a secretarios de estado, que no está mal.

En su exhortación, el jefe los ha llamado a reivindicar los logros del partido, pese a sus errores, y hasta ahí ha llegado, porque no hubo ni la menor mención a los escándalos de corrupción descubiertos en Madrid, a los que seguirán bastantes más, de eso nadie tiene duda, ni a que se cite a declarar como testigo y personalmente al presidente del Gobierno de la nación sobre el caso Gürtel, algo inédito. Portaos bien, chicos, ha venido a decirles, porque en el PP no se porta nadie mal nunca. Puro alucine. Rajoy presume de que su partido lleva muchos años en esto, e incluso de haber dado la vuelta al país, algo que siempre se había adjudicado con justicia al PSOE de González en los años de la transición.

Sobre otros asuntos, lo mismo, que apenas se ha pronunciado aunque hay temas que no podía dejar de lado ante su joven auditorio -el relevo del partido- como sucede con Cataluña y su amenaza de independencia unilateral. Pero tampoco se prodigó el presidente y lo más que llegó a afirmar es que sobre Cataluña tienen que opinar el 100 por ciento de los españoles y no solo unos pocos. Tiene razón Rajoy, pero cuando se de cuenta de la realidad, los secesionistas, con o sin referéndum, le pueden meter en un lío aun mayor del que tiene planteado hace años e intenta resolver por vía judicial.

Naturalmente, aprovechó la ocasión para tronar contra los demás partidos, sobre todo contra aquellos que desde su lado o desde enfrente le pueden crear serios problemas. Llamó de todo a sus líderes, sin citar nombres, por lo cual los calificativos despectivos pueden valer para cualquiera, lo mismo para Iglesias que para Rivera. Y es que demostró, en el fondo, la falta de seguridad que arrastra con su minoría en el Congreso, aunque a favor tenga una oposición débil y dividida. Pero no se privó Rajoy de hacer una llamada a la unidad para evitar dispersiones hacia otros partidos que pudieran surgir.