Leía recientemente uno de los libros de José María Rodríguez Olaizola, "Hoy es ahora: gente sólida para tiempos líquidos" (Sal Terrae, 2011), donde el jesuita disecciona la realidad para analizar parte a parte al hombre actual. Sin más pretensión que la de aportar una reflexión e iniciar un diálogo que pueda contribuir a comprender y a encaminar los pasos hacia el futuro, el autor parte de la crisis económica, si bien se centra en las otras crisis: "Solo ahora, cuando la economía hace aguas y ya no podemos seguir persiguiendo una mejora constante en las condiciones de vida, tenemos la oportunidad de preguntarnos por esas otras dimensiones de la vida que llevan mucho tiempo oscurecidas".

La educación, el pensamiento, la cultura o la política son algunas de las grietas que el autor advierte en una sociedad que ha perdido la capacidad para el encuentro. Pero, lejos de contemplar el panorama desde una perspectiva agorera, una crisis puede ser la oportunidad para iluminar algo nuevo. Olaizola defiende un sano individualismo frente a la opción de esconderse en la masa: "Es la hora de un sujeto responsable que ha de tomar las riendas de su vida de una manera lúcida y valiente (?) que ha de navegar en aguas turbulentas sin escabullirse".

Con todas las propuestas que aporta en la segunda mitad del libro, el autor dibuja un sujeto que, aún en sus imperfecciones y contradicciones, frena, dedica tiempo a pensar, resiste frente a la inercia y el conformismo, tiende puentes al diálogo y al encuentro, busca respuestas y tiene sentido del humor. "Hay que devolver la dignidad, las oportunidades y el futuro a mucha gente que hoy está privada de todo ello. Y por eso creo que no podemos permitirnos ser tibios en la vida. Es mejor arriesgar, soñar... y aspirar a todo. Ahora".