La primera vuelta de las elecciones presidenciales que se celebran mañana en Francia decidirá qué dos candidatos pasan a la segunda vuelta y tienen por lo tanto opciones para ser elegidos presidentes de la República, en tanto que es poco probable que ninguno de los candidatos obtenga más del 50% de los votos que se necesita para ser proclamado presidente en la primera vuelta. Antes de analizar el panorama político que ha llevado a una situación inédita, en la que cuatro candidatos aparecen con porcentajes de voto superiores al 18% en todas las encuestas (encuestas que, por cierto, se realizan de manera mayoritaria a través de la web), es interesante analizar algunos de los aspectos más relevantes del sistema político francés. El modelo pergeñado por el general De Gaulle para poner fin al marasmo de la IV República (que contó con más de veinte gobiernos en apenas doce años) diseñó una monarquía republicana en la que el Jefe del Estado tiene más poder de lo que es habitual en los sistemas parlamentarios; un modelo híbrido en el que coinciden por lo tanto un Jefe de Estado con legitimidad directa y diferentes poderes ejecutivos, con un parlamento también con legitimidad directa por parte de los ciudadanos y un importante papel como poder legislativo. El sistema está pensado para que pocos meses después, a lo largo del mes de junio, se renueve la Asamblea Nacional, de manera que, en buena teoría, el partido que ha ganado las presidenciales puede aprovechar esa corriente para disponer también de una mayoría sólida en el legislativo y el Presidente pueda elegir un primer ministro acorde con su ideología. Desde la famosa cohabitación de los años ochenta ya hemos visto que esto no tiene porqué ser así y a un Presidente de un signo político le puede corresponder un primer ministro de otro.

En lo que se refiere a los candidatos, hay que comenzar señalando que es la primera vez en la historia de la Quinta República en la que un presidente no opta a la reelección. Hundido por su baja valoración, François Hollande ha querido evitarse la humillación de no pasar a la segunda vuelta tal y como indicaban todos los sondeos y ahí empezaron los problemas para el histórico Partido Socialista. A través de un desastroso sistema de primarias, los militantes apartaron al primer ministro Manuel Valls para elegir a Benoît Hamon, un político de segundo nivel que, reivindicando una agenda izquierdista, ha hundido al Partido hasta una intención de voto cercana al 8%, ubicándolo en quinto lugar de la carrera electoral.

Una situación igualmente convulsa se ha vivido también en el centro derecha. Los Republicanos, el partido refundado por el ex Presidente Sarkozy, organizaron también un sistema de primarias que dejó fuera de combate a las primeras de cambio a Sarkozy y luego a Juppé, uno de los favoritos, para impulsar como candidato a François Fillon, un euroescéptico moderado que aparecería como gran favorito hasta que la prensa desveló, hace apenas dos meses, que su mujer y sus hijas habían disfrutado de empleos ficticios gracias a su marido. Como resultado, Fillon ha dejado de figurar en los dos primeros puestos en las encuestas que abrirían el paso a la segunda vuelta.

El tercer actor en importancia en estas elecciones es el Frente Nacional, un partido de extrema derecha creado a principios de los años setenta y que ha sido capaz, con un discurso populista y extremadamente crítico con la inmigración y con la Unión Europa, de aglutinar una parte importante del voto de protesta de aquellos perdedores de la globalización que están siendo claves para entender los resultados de los comicios en los últimos meses en todo el mundo. Liderado por la carismática Marine Le Pen, el partido figura en los primeros lugares de las encuestas, pero parece complicada su llegada al poder ya que lo normal es que el resto de candidatos pida el voto para su rival en caso de que pase a la segunda vuelta, tal y como ocurrió con su padre en 2002. Es posible que su rival sea el sorprendente Emmanuel Macron, ex ministro de Hollande y que lanzó hace apenas un año un movimiento, En Marcha, ubicado en el centro político y que parece haber cosechado una parte de los votos del centro derecha que han huido de Fillon. Gracias a estos apoyos, Macron ha estado gran parte de la campaña en primer lugar en los sondeos electorales y puede ser una de las grandes sorpresas de todo el proceso electoral.

El último candidato es el sorprendente Melenchon, candidato de un frente de extrema izquierda denominado Francia Insumisa y que presenta un programa radical que plantea, al igual que Le Pen, la salida de la Unión Europea y un fuerte proteccionismo económico que sería letal para las exportaciones españolas. De ser un outsider, ha ido subiendo hasta acercarse a un 20% de intención de voto.

En cualquier caso, es importante recordar al lector que, aunque las encuestas han estimado de manera correcta desde hace varios años qué dos candidatos pasan a la segunda vuelta, hay que tener en cuenta que nunca en la historia reciente de las presidenciales del país vecino se había llegado a los últimos días de la campaña con cuatro candidatos tan igualados, lo que, en un escenario con un importante número de indecisos y una elevada polarización hace que no sea realista apostar por uno u otro candidato como en ganador de esta primera vuelta.