Acomienzos del presente mes, cuando se conoció la encuesta habitual del CIS, se supo que la segunda preocupación de los españoles, después del desempleo, ha pasado a ser, y a no mucha distancia, la corrupción. Hay que suponer que tras lo ocurrido estos últimos días, la corrupción pase a ser el principal motivo de inquietud de una sociedad anonadada y desmoralizada por todo lo que se descubre a su alrededor, una ciénaga de corrupción que despide un hedor insoportable y que se ha instalado de modo pleno en las instituciones y en los órganos colaterales del poder manejado por las elites.

Aunque Rajoy diga ahora que irá sin problema alguno a declarar como testigo por el caso Gurtell, pues lo que se investiga corresponde a otra época, lo cierto es que el actual presidente del PP y del Gobierno ocupaba cargos relevantes de máxima responsabilidad ya entonces en su partido. Lo mismo que sucede con Esperanza Aguirre que fue quien nombró a Ignacio Gonzalez como su sucesor en Madrid y que tuvo también como secretario general a Granados el cabecilla de la trama Púnica. Dice la actual portavoz del PP en el Ayuntamiento de la capital de España que de tantos nombramientos como tuvo que hacer solo dos le salieron rana. Pero los hechos demuestran que hay toda una inmensa charca de ranas en la comunidad de la que ella fue presidenta. Y que las tramas han existido y existen, pues hasta el juez que entiende el asunto imputa de organización criminal entre otros presuntos delitos a los detenidos.

A la postre, el autobús de Podemos, el tramabús, que ha tenido que añadir rostros a los que ya había, no ha podido ser más oportuno. Porque además son tramas muy profundas, interrelacionadas unas con otras, con ramificaciones a diversos niveles y estamentos, y con mucha gente en el entramado. Se ha publicado que alguien cerca del Gobierno pudo avisar previamente a González, sobre el que recaían muchas sospechas desde hace mucho tiempo y que se beneficiaba presuntamente de jugosas comisiones procedentes de grandes empresas y en ocasiones de países sudamericanos cuyas aguas urbanas eran gestionadas por la poderosa empresa pública del Canal de Isabel II de Madrid. Otras diez personas fueron detenidas y hay como se sabe otros imputados por hechos relacionados, como posibles coacciones a la actual presidenta de la comunidad, Cristina Cifuentes que fue quien denunció a fiscalía el año pasado las irregularidades halladas, en lucha contra la corrupción y abanderada para suceder a Rajoy. Se calcula que el montante defraudado debe estar por encima de los 60 millones, aunque estarán en Suiza, claro.

Todo esto huele mal, muy mal, es un olor irresistible a podredumbre, y así no se puede continuar, pues solo unos días antes se supo también de los millones que fueron a parar a Rato siendo vicepresidente del Gobierno, y el presidente de Murcia hubo de dimitir imputado por corrupción. Demasiado. El PP no puede seguir así, en plena degradación y haciendo como si no pasa nada; hay que ir a nuevas elecciones si es preciso, tiene que renovarse todo el partido, en el fondo y en las formas, y ello aunque siga siendo, por ser lo malo conocido, el partido más votado, dada la actual falta de alternativas reales y creíbles.