Este año, el l4 de abril ha sido viernes santo. Millones de españoles contemplando las procesiones, o en las playas, o viendo museos y monumentos históricos entre ellos catedrales y templos, o disfrutando de otras mil y una maneras, turísticas, culturales o deportivas, de su tiempo de ocio. Pero claro, era 14 de abril, la fecha en la que algunos celebran la autoproclamación de la segunda república allá por un infausto 1931 que a fin de cuentas marcaría el principio del fin, tras una cruenta guerra civil por medio en la que de uno u otro modo todos acabarían vencidos. La historia republicana española es una rancia historia de fracasos marcados por el caos.Y no han faltado tampoco ese día o en los previos, recuerdos y conmemoraciones. En Cádiz, su alcalde, de Podemos, hizo ondear la tricolor, un ciudadano la pegó una patada y la tiró, y finalmente tuvo que ser retirada por orden judicial. Lo mismo ha ocurrido en Navarra donde se quiso poner la bandera republicana en la sede del Gobierno regional.

Solo que esta vez se ha producido alguna reacción, impensable hace poco en plena era de la corrección política, tragando el sapo del revisionismo izquierdista del nefasto Zapatero, el político que hundió a su partido, el PSOE, y estuvo a punto de hundir el país, víctima del resentimiento y de sus dos dedos de frente. Será casualidad o no, pero en esas fechas por la segunda cadena de TVE se ha vuelto a ver "Canciones para después de una guerra" y hasta en un diario nacional se podía leer un comentario reivindicando a José Antonio Primo de Rivera, algunos de cuyos postulados, se afirma, coinciden con los de Podemos. Igualmente, entre tanto canto y tanta loa republicana, aparecía ese día de viernes santo en un diario digital de manifiesta postura independiente, un articulo en el que se pasa revista a la historia. Las conclusiones del autor, Jorge Vilches, se ciñen a una frase, un subtítulo: del mito al timo. Y es que eso, un timo, resulta para el autor, quien para empezar pone en duda la legalidad de un sistema de gobierno que nadie había elegido pues sale de unos comicios municipales y cinco años después hace ganar las elecciones generales al Frente Popular a base de un pucherazo monumental que restó más de 50 escaños a la derecha. Para Vilches la república no fue ejemplo de democracia ni de libertades.

Acusa el articulista a los gobiernos de izquierdas de la propagación de la cultura del odio -revivida luego por el nefasto Zapatero, rompiendo la transición- y de la banalización de la violencia y la brutalización de la política, en frases ajenas, alentadas por comunistas, anarquistas y socialistas más extremistas, quemando iglesias desde el primer día, aplicando una férrea censura que llevó al cierre de numerosos periódicos, y dejando vagar sueltos por España los fantasmas que llevaban al horror. Todo fue un mito que acabó de la peor manera posible para unos y otros. Parece mentira que algunos sueñen con revivir tal desastre. Esta es una España muy diferente, sostenida por una gran clase media que hace posible la sociedad del bienestar y que empieza a reaccionar de tanta pasividad cuando ve las orejas al lobo en forma de ataque a la familia y a sus principios y valores. Los experimentos, con gaseosa.