Este año solo he visto procesiones de Semana Santa en tres localidades de la región: Medina de Rioseco, Bercianos de Aliste y Toro. Aunque no soy forofo de las procesiones, confieso que estos días me entusiasman por todo lo que uno puede observar desde las aceras, plazas y rincones por donde pasan los cofrades. El espíritu de la Semana Santa existe, yo mismo lo puedo comprobar año tras año, aunque sea muy difícil explicar en qué consiste. A mí solo se me ocurre escribir que es una atmósfera que nos envuelve y que, al menos en mi caso, me conduce a la infancia y la juventud, cuando el hecho religioso formaba parte, mucho más que ahora, de la vida cotidiana de las personas. Sin embargo, lo curioso es que a pesar de la caída de la religiosidad y de sus formas de expresión (menos bautizos, comuniones y matrimonios) durante las últimas décadas, las aceras de la inmensa mayoría de los pueblos y ciudades de España siguen repletas de personas esperando el paso de una cofradía. Por tanto, aunque lo religioso cede, el espíritu de la cultura popular se mantiene.

En mi caso, la presencia en las localidades citadas más arriba ha supuesto el reencuentro con personas, amigos y conocidos que no veía desde hacía mucho tiempo, lo que siempre es un buen momento para compartir recuerdos, anécdotas y añoranzas de otras épocas. En Bercianos de Aliste, por ejemplo, coincidí con una exalumna que había pisado las aulas de la Facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad de Salamanca, hacía veinte años. Y al estar en la comarca alistana recordamos, ¡cómo no!, la salida de campo que habíamos realizado precisamente por la zona en aquellas fechas. Salidas de campo por la comarca que nos acogió durante más de una década y que se convirtieron en maravillosas experiencias didácticas y pedagógicas al servicio no solo de los estudiantes sino de todas las personas que nos acompañaban durante esos días. Lo gratificante de estas historias es que, con el paso del tiempo, cuando el que esto escribe se encuentra con antiguos estudiantes, siempre salen a relucir a aquellas aventuras didácticas fuera de las aulas, donde tanto se aprende.

Y mucho se aprende también de las distintas formas de religiosidad o de cultura popular durante estos días. En Zamora, ya lo sabemos, es la semana por excelencia. Aunque este año yo no lo haya visto, me fío de lo que me han contado: las calles estaban atestadas y, por consiguiente, todos han podido obtener algún beneficio. Pero pasados estos días siempre surgen las dudas sobre la semana después, es decir, sobre qué será de nosotros cuando el espejismo de las procesiones nos devuelva a la dura realidad y haya que enfrentarse a la vida cotidiana. Pues bien, si siempre nos ha llamado la atención la transformación que sufren Zamora y la mayoría de los zamoranos durante estos días, todo ello es por la fuerza del capital social de las cofradías, de las familias, de las instituciones públicas y de las entidades privadas. Sin un ambiente que fomente las redes sociales que propician el capital social, manifestaciones como la Semana Santa no se darían o, mejor dicho, no tendrían la relevancia que tienen entre nosotros. Aprendamos, pues, que lo tenemos muy fácil.