No tenían más que cinco panes y dos peces. Jesús, tomando unos y otros alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos que los repartieron entre la multitud? Comieron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Así cuenta Mateo aquel milagro de los panes y los peces que, todos los años, revive Zamora, pero a su modo y manera. En pocos días, pasamos de ser 63.217 habitantes, a constituir un núcleo urbano pobladísimo que incluso puede duplicar sin gran esfuerzo ese número.

El prodigio no es obra por gracia, que también, de los zamoranos de la diáspora, de los que vuelven a casa atraídos por los sabores y los sonidos de la Semana Santa de Zamora y por el calor familiar, sin duda el más importante, o por los que vienen atraídos por aquello que les han contado o les han mostrado sobre el fervor, la austeridad, la religiosidad que son puntales de la Semana de Pasión zamorana. Antes de que empiecen a llegar los que vienen al cabo del tiempo o por primera vez, Zamora se llena de un gentío que nadie sabe dónde se mete el resto del año. Aparecen zamoranos por todas las calles, en todas las esquinas, llenando comercios y bares que son el atractivo principal de las principales calles, a las que hay que sumar aquellas que atesoran, en una placita o en un recoveco, algunas de nuestras más preciadas joyas del románico.

¿Dónde están, dónde se meten?, esa es la gran pregunta, todos los zamoranos que como por arte de "birlibirloque", quizá atraídos por la bonanza de las temperaturas llenan las calles de esta noble y leal ciudad cuya despoblación nos preocupa a todos. La despoblación y esa forma de languidecer tan preocupante en los últimos tiempos, sin que desde las distintas administraciones se haga algo concreto para revitalizarla, para devolverle lo que la ciudad pide a gritos.

Sólo en Semana Santa es posible este pequeño "milagro"de ver cómo se multiplican las personas. Es como si de repente el censo despuntara en positivo y Zamora dejara de perder el más importante de sus activos: los zamoranos. De dónde salen, se preguntan muchos ciudadanos, todos aquellos que vuelven a dar vida a la ciudad con su presencia, con su participación, el Viernes de Dolores. Y aún antes. Yo diría que el traslado del "Mozo" de San Frontis ya es suficiente reclamo como para hacer salir de sus hogares a los que parecen enclaustrados en ellos el resto del año. El prodigio de la Semana Santa de Zamora es digno de encomio y de estudio. Aunque son ya muchos los estudiosos que han hecho recaer su atención en lo que acontece, sólo en la Semana Santa de Zamora.