No arreglamos nada. Creamos una apariencia. Aramos el mar". Así se expresaba el sargento primero Chamorro ante su compañero Bevilacqua, en el final del último caso que acababan de resolver. Está muy bien contado en la novela "Donde los escorpiones", de Lorenzo Silva. Uno de nuestros mejores escritores, por su pericia narrativa y por la documentación que maneja, convierte sus historias en un tratado sobre cualquier área de conocimiento al que se refiera el relato. En esta ocasión los célebres investigadores del benemérito cuerpo, enfrentan un grave incidente en Herat, Afganistán, dentro de la base militar con fuerzas de la OTAN, que cumplen una resolución de la ONU, cuyo objetivo era ayudar al Gobierno afgano a ejercer su autoridad en aquel caótico país, además de procurar las condiciones que permitieran su reconstrucción después de la guerra. Esta misión fue conocida como ISAF, Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad, se mantuvo hasta 2015. La misión de los guardias civiles era muy comprometida, un militar español apareció degollado en circunstancias muy oscuras. Resuelven el caso de forma sobresaliente, encuentran al asesino y lo detienen, pero quien indujo al crimen escapa de la justicia. Una maraña de cláusulas legales, inmunidades y un laberinto de jurisdicciones, impedirá pedirle cuentas a la persona que provocó la muerte de un compañero a 6.000 kilómetros de casa. Me afecta el lamento de esta mujer valiente. Me consterna que un relato tan potente, una actuación tan aguerrida, concluya con esta expresión tan desasosegante: aramos el mar. Su compañero en la ficción le pide mirar un poco más lejos, el esfuerzo y empeño no tiene por qué ser inútil, aunque no se logre el resultado esperado o merecido y le dice: "Alguien tiene que salir a embestir los molinos, mi buen Sancho".

¿Cómo soportar el resultado adverso en cualquier empresa que afrontamos en la vida? Vemos que el recurso a la poesía puede ayudar mucho. La metáfora "embestir los molinos" permite trascender el concreto fracaso, pues son muchas las personas que confunden gigantes con molinos y son muchas las veces que en nuestra propia existencia enfocamos con error un problema y no alcanzamos solución para él. Lo que sí me parece seguro es que tenemos que seguir saliendo, actuando o embistiendo; vivir es esto, nada menos o nada más. Nuestro filósofo Ortega y Gasset lo expresó mejor que nadie: "Vivir es lo que hacemos y nos pasa (?). Todo vivir es vivirse, sentirse vivir, saberse existiendo. (?) Vivir es constantemente decidir lo que vamos a ser". Cuando vivimos, cuando nos decidimos por una u otra opción, lo hacemos desde unas determinadas circunstancias, término también muy orteguiano, en torno a cosas y personas. Esto entraña riesgos y cuidados, de ahí que la vida plena suponga preocupación.

Aquellos guardias hicieron un trabajo admirable, como muchos de ustedes, amables lectores, hacen cada día, preocupándose de vivir con sentido, arriesgando uno u otro resultado en su quehacer, no se quedaron en casa porque la misión entrañaba riesgos, no declinaron el compromiso, pues suponía demasiado esfuerzo, tampoco se hicieron los listos poniendo pegas a todo el mundo. Se preocuparon.

Pienso en el científico embebido en el proyecto que puede ayudar a conseguir una vacuna o que busca un anticuerpo, cuántas veces e sintió "arando el mar", pero al día siguiente estaba repitiendo el ensayo, quizás contaminado, porque sabía que pronto tendría el resultado esperado. También veo al maestro frustrado porque no consigue que los alumnos hagan su trabajo, estad seguros que mañana les propondrá algo nuevo. Lo mismo que al agricultor que ha visto cómo la sequía abortó el nacimiento del cereal, ya está preparando la tierra para que en cuanto haya humedad, volver a sembrar. En cambio, los mediocres, de ánimo débil, preferirán que los prejuicios, los tópicos y los hábitos o costumbres, gobiernen su vida. Siempre hacen lo que todo el mundo. Es lo único que les preocupa. Ellos no aran el mar, lo peor ¡ay! es que tampoco aran la tierra.

Termino con un fragmento de una canción de Chabuca Granda, cantautora peruana: "Extrañaré la rumia de mis sueños, y la dulce molienda y la esperanza, ese constante ser un alguien de algo, ese afán de castillos en el aire, ese arar en el mar de los ensueños".