Apunto de concluir el siglo XVI, cuando España andaba enfrentada a Inglaterra por afán de poderío y aunque Felipe II ya había sufrido la gran derrota de la Armada Invencible, todavía continuaban ambos reinos con frecuentes refriegas años más tarde. En 1594 se preparaba un contingente de tropas en Zamora para ir a Portugal y salirle al encuentro a la Armada inglesa que pretendía invadir la península.

El alférez Luis San Martín, encargado de reclutar gente para el ejército, luego que la había conseguido, pretendió salir de la ciudad y alojar a su tropa en los pueblos de la provincia. El Regimiento (la Corporación municipal) le avisó que no lo hiciera, que en Zamora recibiría 68 panes de a dos libras cada día, camas y alguna cantidad de dinero, todo lo cual se lo daba la ciudad de buena gana para que quedase aquí la Compañía, pero que por los pueblos de la provincia no darían ni tenían más obligación que la de dar alojamiento, y por tanto, surgirían problemas con su pretensión, pues los soldados querrían tomar por la fuerza lo necesario para el sustento, y los labradores, por guardar sus mujeres y su hacienda, no se arriesgarían a marchar al campo en momento en que debía comenzar la siega, aunque perdieran la cosecha. Advirtieron además al dicho Alférez que, sin orden expresa de S.M. el Rey, no podría salir.

No obstante la advertencia, marchó el Alférez con la Compañía a Moraleja, y entonces, requiriéndole que sería responsable de los daños y muertes que ocurrieran, el pueblo convocó por pregón que se reunieran las cuadrillas de la ciudad, armadas de arcabuces y espadas para prender al alférez, sin perjuicio de elevar a su majestad queja de agravios. El alférez cedió entonces y regresó a Zamora con los soldados, hasta que, llegada la orden de marcha, se trazaría un itinerario, señalando el número de soldados que habrían de alojarse en cada lugar y se dieran las prescripciones necesarias para no causar molestias ni vejaciones al vecindario.

Poco tiempo después, llegaba una comunicación de don Juan de Silva, conde de Portalegre, pidiendo tropas para Portugal, porque se acercaba la Armada inglesa; pedía con toda urgencia le enviaran cuanta gente pudieran de a pie y a caballo, bien armada, con especialistas, con víveres y dinero, procurando además, con la misma urgencia enviar a Lisboa trigo y cebada, por carecer allí de estos cereales.

Los regidores de Zamora decidieron enviar doscientos hombres de a pie, armados de arcabuces y espadas, pagándolos por dos meses, tiempo suficiente para que llegaran a Lisboa.

Eligieron por Capitán a don Juan de Vera, caballero Regidor, ordenando que se dispusieran a la marcha, si bien a los pocos días hubo contraorden y que se despidiera a la gente por no ser ya necesaria, en vista de que los ingleses se habían retirado.