Leo en un periódico de finales del siglo XIX la noticia de un naufragio ocurrido en el Golfo de Vizcaya en la noche del 15 de abril de 1899. Me impresionó de tal forma la lectura pormenorizada del relato que llegué a pensar que se trataba de una novela de aventuras. Pero la noticia evidenciaba que se trataba de un hecho real, un drama vivido por un grupo de marineros que navegaban en un buque hacia Londres y que tuvieron la desgracia de naufragar.

El buque "Zurbarán", al llegar a la mitad del Golfo de Vizcaya, sufrió una vía de agua que comenzó a inundar las bodegas. Los esfuerzos de los marineros manejando las bombas de achique fueron inútiles para extraer tanta agua, ésta subió hasta apagar los fuegos y el buque quedó sin gobierno. La noche se presentaba horrible.

Soplaba un duro viento nordeste, había una mar muy gruesa, las olas barrían la cubierta del barco y lo inundaban todo, destrozando los botes salvavidas. Con el buque medio hundido, la tripulación no podía hacer nada. El barco fue derivando al garete, hundiéndose cada vez más. Así transcurrió la noche hasta el amanecer del día 16.

Cuando clareaba, los navegantes abandonaron el barco, metiéndose en unas balsas de corcho. El capitán, el mayordomo y un marinero del Zurbarán quedaron al costado del barco, en un pequeño bote, único que se había salvado del destrozo causado por las olas. Los tripulantes que se acogieron a las balsas pronto se perdieron de vista.

Los náufragos que consiguieron llegar al puerto de Gijón, a bordo de un barquito pesquero francés, "San Juan Bautista", eran los que se refugiaron en las balsas y en ellas habían estado cuatro días y cuatro noches. Al mediodía del 19 de abril los encontró el pesquero francés a 22 leguas al Norte de Cabo Peñas.

El patrón del barco francés dijo que poco antes de encontrar a los náufragos que llevaba, los cuales ocupaban cuatro balsas, había visto otras dos vacías. Después de salvar a los que halló, el barco francés recorrió muchas millas en distintas direcciones, sin encontrar a nadie más. Los náufragos llegados a Gijón eran el primer piloto del Zurbarán, natural de Madrid; el segundo piloto, de nacionalidad italiana; el segundo maquinista, el contramaestre, tres marineros y un pasajero.

Se desconoció el paradero de los demás tripulantes, suponiendo que varios quedarían muertos en las balsas por hambre y frío, o que serían arrojados al fondo del mar por el oleaje. Aunque se mantuvieron esperanzas de obtener el salvamento de alguno más, éstas se fueron perdiendo con el paso del tiempo.

El motivo del naufragio parece ser que fue la rotura de remaches de las planchas por los fuertes golpes de mar. El buque Zurbarán, que pertenecía a la Empresa Macendos, tenía un porte de mil toneladas y su dotación era de veinte hombres.