El panorama económico mejora pero el político permanece estancado. Por primera vez hay signos de contención del deficit, según lo acordado en Bruselas, crece la afiliación a la Seguridad Social y el Gobierno se atreve a pronosticar que el año que viene recuperaremos algunos indicadores de los de antes de la crisis. La Bolsa lo confirma y cierra un buen trimestre. Buenas noticias aunque con dos cautelas: la brecha de la desigualdad social persiste y amainan los vientos de cola que empujan la economía. No todo es mérito de Rajoy, tal como el bajo coste del petróleo y de los tipos de interés, que ahora tienden a subir. Aún así, España puede crecer este año un dos y medio por ciento, menos que el pasado, pero avanzamos.

La política, sin embargo, no acompaña. Se aprobarán los Presupuestos, probablemente, con algunas mejoras exigidas por Ciudadanos, y ganaremos tiempo para ver si el PSOE se aclara, si Podemos se define y si en Cataluña se consolida la tendencia a neutralizar, con propuestas, el sentimiento independentista. Algo se hace, pero estamos muy lejos de contar con una situación política estable. Y no solo porque Mariano Rajoy gobierne desde la minoría, sino porque hay otros frentes abiertos.

En primer lugar, el PSOE. A saber cómo será ese partido después del verano. Patxi Lopez, "el tercer candidato", que trata de abrirse paso entre dos locomotoras que viajan hacia partidos distintos, advierte que no queda margen ya para errores graves. Cierto. La malversación de los activos políticos socialistas, de la que no corresponde culpar solo a un bando y que ya comenzó en época de Zapatero, corre el riesgo, si las primarias y su Congreso posterior son un fiasco, de terminar como el PCE de Carrillo: lo más parecido en Física a la desintegración del átomo. Muchos militantes estarán quizás entusiasmados con la batalla interna pero otros, y sobre todo los electores, están muy hartos.

Mientras su futuro se clarifica, institucionalmente, los socialistas están bloqueados. Javier Fernández, presidente de Asturias y de la Gestora, le comunicó a Albert Rivera que no cuenten con ellos para aprobar los Presupuestos. Imagínense: después de haberse abstenido en la investidura para evitar terceras elecciones -la economía y la ciudadanía deberían agradecérselo porque la parálisis era inquietante- un apoyo, aún indirecto, a cualquier propuesta de Rajoy le daría la victoria inmediata a Pedro Sanchez que viene del "no es no", ahora tuneado en "sí es sí". Parálisis socialista por el momento y veremos después que se ofrece.

Podemos ya pasó su Congreso y el riesgo interno es que los dos tercios de Pablo Iglesias trituren al tercio de Iñigo Errrejon. Pero lo más inquietante son esos signos de contemporización del líder podemita con los violentos, visitando en la cárcel de Jaén a un condenado por agresiones y calificando de "víctimas" a los agresores de dos guardias civiles y sus novias en Alsasua. Hay una lista de intelectuales, inicialmente entusiasmados con el proyecto, que se distancian, como ha resumido uno de ellos, el filósofo Santiago Alba Rico: "Podemos ha pasado de lo más bello del mundo a lo más feo". Y poca belleza ha añadido el no condenar el "auto golpe" de Venezuela contra la democracia que hasta sectores del chavismo han rechazado.

Otro episodio violento se produjo en Barcelona al atacar militantes de la CUP la sede del PP. Eligieron bien el día: vencía el plazo en el que prometieron que la independencia llegaría. Oportunamente cambiaron la crónica política porque "taparon" así la noticia del incumplimiento. Las cosas no les van bien y la iniciativa política de Rajoy, tímida por el momento, se lo pondrá peor. Pero anoten ese nuevo brote violento de los que el exministro popular Josep Piqué califica como "los herederos de la FAI". Y el ingrato recuerdo de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) no es reconfortante. Atentos a que la violencia no vaya a más y paciencia hasta que la política se desbloquee.