Lo es el que emplea el binomio Montero-Iglesias. Su lenguaje, en una tasca de Chueca o de Malasaña, hasta tendría su aquel, podría entenderse para no desentonar, pero nunca en esos templos de la democracia que son Congreso y Senado. No nos acostumbramos a que se desperecen a brazo tendido, a que bostecen como si no hubieran dormido en un año, a que adopten las posturas que adoptan y que dicen muy poco de unos chicos que, en teoría, han pasado por la Universidad, dan clase en la Universidad, pero la Universidad no ha pasado por ellos, si acaso ha pasado de ellos.

No me extraña que la Mesa del Congreso haya pedido a Podemos que modere sus formas. Es que no son formas. Es que no se puede ir por la vida parlamentaria esgrimiendo ese lenguaje tabernario, ese lenguaje cuasi de carretero que emplea esta gente. Si lo hacen para provocar no lo consiguen. Lo único que consiguen es dar pena. Tanto como habrán invertido sus progenitores en los estudios de estos chicos y chicas para eso, para que el poco vocabulario que tienen sea soez de continuo.

Las malas formas del grupo de Iglesias en el hemiciclo son una constante que empieza a preocupar a todos. Si existe un reglamento, que Pastor y García Escudero lo apliquen sin dilación. Para estos chicos todo es libertad de expresión. Casualmente no tienen la misma vara de medir para PP, PSOE y Ciudadanos. Pablo Iglesias le está haciendo un daño enorme a la democracia defendiendo lo indefendible. Apoya por sistema a los violentos, a los agresores. Tiene actitudes machistas que en otros partidos se afearían pidiendo dimisiones y por si fuera poco pide suprimir el artículo sobre apología del terrorismo, burlándose una vez más del dolor de cuantos han sufrido en propias carnes o en la de familiares directos el odio terrorista.

Si me pongo a la altura de sus ordinarieces yo diría que a Pablo Iglesias el terrorismo y sus muertos se la "bufan". Pablo Iglesias quiere que se suprima el delito de enaltecimiento del terrorismo para proteger el "humor negro". El suyo, que además huele que apesta. Si llamamos humor negro al empleado por el edil de "Ahora Madrid", Guillermo Zapata, para arremeter contra Irene Villa, las niñas de Alcacer y los judíos del holocausto, de humor no tenía nada y más que negro era macabro, de mal gusto, insultante, ofensivo e imperdonable. Sabiendo cuánto ha sufrido España con el terrorismo de ETA, el del GAL, el del Frente Revolucionario Antifascista, conocido como FRAP y que tantos hijos ha dado a Podemos y el terrorismo yihadista, es imposible que haya un solo español de bien que lo defienda.