Hablaba hace unos días el periodista Iker Jiménez del "gen deforme" que tienen aquellos que han salido en tromba, con la cancha y la impunidad que otorgan las redes sociales a criticar la nueva donación millonaria de Amancio Ortega. Claro que basar la causa de la imbecilidad suprema de algunos compatriotas en un origen genético es restarles buena parte de su responsabilidad. Es muy difícil, podrían defenderse mezquinos y rufianes, luchar contra una causa biológica que somete su pensamiento (perdón por la exageración) a tener que soltar excrecencias como las que estos días se pueden leer por aquí y por allá.

Que a alguien le pueda parecer escasa una donación de trescientos veinte millones de euros para alguien cuya fortuna se cuenta en decenas de miles de millones, es respetable. Que considere que sería mejor que lo pagase en forma de más impuestos para que fuera a la saca general del Estado y no dirigido específicamente a un fin elegido personalmente, puede ser entendible para quienes consideran que el bien está en lo colectivo y el mal en el individuo. Está más que demostrado que es desacertado pero vuelve a ser respetable como libertad ideológica. Por último, que ese mismo alguien pueda criticar que se otorgue publicidad a la donación y no se haga de forma anónima y secreta es, por tercera vez, respetable. Pero no lo son el odio y el insulto.

A mí por el contrario, me parece un gesto grandioso que con una parte del patrimonio que legítimamente ha acumulado decida donar en beneficio público esos cincuenta y tres mil millones de pesetas a la dotación al sistema público de salud español, en el programa de apoyo a la oncología española, para la adquisición de 290 mamógrafos y equipos de radioterapia de última generación. Otros que pudieran hacerlo en parecida o menor proporción no lo hacen y con ellos no se mete nadie.

Me parece que tiene todo el derecho a elegir personal y directamente el destino de su donación y asegurarse de que no irá a gastos inútiles de la inflada administración española, subvenciones a grupos de vividores o condonación de deuda de tiranías extranjeras. Máxime cuando opta por la investigación y el tratamiento del cáncer, del que cada año se diagnostican doscientos mil nuevos casos y en el que la detección precoz y el diagnóstico y tratamiento correctos marcan la frontera entre vida y muerte, entre solución efectiva o vía crucis de sufrimiento y dolor. Resulta que según un informe de la Sociedad Española de Oncología Radioterápica el Sistema Nacional de Salud (SNS) necesitaba 70 equipos para cumplir con los estándares mínimos recomendados a nivel europeo. Y de los existentes, uno de cada tres están obsoletos al tener más de 10 años de antigüedad.

Por último, los mismos que critican que se dé publicidad a la donación, sembrarían de dudas las redes si se hiciera en secreto (oscurantismo dirían). Porque cómo mantener en secreto de una donación de tal cuantía.

En España ser rico es sinónimo de delito y serlo por el éxito y el esfuerzo un agravante. Eso y la estúpida contraposición entre caridad y lo que el pensamiento antiliberal llama solidaridad, no tiene una causa genética, sino cultural; por así decirlo, aunque más bien es basura.

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