El párrafo que se proclama hoy en el evangelio es explicación de la primera de las Bienaventuranzas de San Mateo: dichosos los pobres.

En primer lugar explica qué significa ser pobre, elegir ser pobre. Ciertamente no se trata de escoger la miseria como medio de agradar a Dios, ya que la pobreza no es una virtud. Se trata fundamentalmente de renunciar a la riqueza y a la posibilidad de enriquecimiento individual. Se trata de sustituir la ambición egoísta que este mundo mete en nosotros por la práctica del compartir, como expresión del amor de hermanos, propio de los seguidores de Jesús. Se trata de poner nuestra confianza en el proyecto de Dios y no en los falsos valores de este mundo. La frase que Mateo pone en boca de Jesús -"No podéis servir a Dios y al dinero"- tiene un significado claro: ponerse al servicio del dinero equivale a dar culto a un dios falso, es una idolatría. Y, por tanto, es incompatible con el auténtico culto al verdadero Dios: "Nadie puede estar al servicio de dos amos, porque aborrecerá a uno y querrá al otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro".

Y es que, ahora y en tiempos de Jesús, muchos se comportan -¿nos comportamos?- ante el dinero como ante un dios. Entonces y ahora, por el dinero se hace cualquier cosa. Se le dedica la propia vida (¿no es cierto que muchas personas no hacen otra cosa en su vida que correr tras el dinero, renunciando a cualquier otra satisfacción humana?). Se le ofrecen sacrificios humanos (¿no se mata por dinero?). Se le levantan grandes templos (como los bancos, por ejemplo). Por él se esclaviza a los hombres, se rompe con padres y hermanos (¿cuántas familias no se han roto por conflictos de dinero?).

El Dios de Jesús no acepta sacrificios humanos, ni necesita grandes templos, ni consiente la esclavitud, ni se siente feliz con la ruptura de la fraternidad. Al contrario: quiere que dediquemos nuestra vida a los hermanos, solo acepta un sacrificio cuando es exigencia del amor, habita dentro de los que se quieren, es el Dios liberador y quiere ser Padre de todos los que se propongan vivir como hermanos. Por eso es incompatible, absolutamente incompatible, con el dios-dinero.

Por lo tanto, ¿eres consciente del uso que haces de tus bienes? La frase final del texto es esclarecedora: "A cada día le basta su afán". Vivir el presente es la única manera de escapar a las tenazas del ego. Todos los agobios proceden del falso yo, que pretende acaparar la atención y no deja espacio para descubrir lo que somos realmente.