Lucía un sol de primavera adelantada sobre el Patio de la Armería del Palacio Real, donde el Rey y la Reina recibieron el miércoles con honores de jefe de Estado al presidente argentino Mauricio Macri y a su esposa, Juliana Awada. Acompañados de cinco ministros y más de 200 empresarios, los Macri vienen a Madrid con una agenda intensa, buscando la inversión española en la nación hermana. Conocida la recuperación española y el espectacular aumento de las exportaciones, el presidente argentino recuerda que su país está en un momento histórico de cambio y que es su deseo acabar con la pobreza y la desigualdad que sufre. Aunque persistan los recelos por los impagos y las expropiaciones de la Era Kirchner, es muy posible que en estos momentos Argentina ofrezca interesante oportunidades de inversión, dado el empeño por garantizar la seguridad jurídica del nuevo Gobierno.

Con las distancias debidas, en España también necesitamos abordar el aumento de la desigualdad, la pobreza y la exclusión social, riesgos de los que nos advierte Bruselas. La alta temporalidad en el mercado de trabajo, la baja protección a las familias y la crisis política pueden convertir la recuperación económica en la quimera de unos pocos y el cruel abismo de muchos.Aduce el Gobierno que la débil mayoría parlamentaria que le asiste y la renuente colaboración de la oposición le impidensacar adelante el paquete legislativo que consolidaríala recuperación y el empleo. Pero olvida que la crisis no es sólo económica, sino política y social, y que poco habremos avanzado si aumentamos la riqueza del país a la vez que la pobreza de la mayoría y la desafección de los ciudadanos.

Según Reybrouck, el "Síndrome de fatiga democrática", que padecemos como el resto de las democracias representativas, se produce "cuando el interés por la política aumenta y la confianza en ella disminuye". Una sensación de impotencia que conduce al populismo o a la tecnocracia como salida agónica, que para el pensador belga no resolverá el problema. Pero más allá de la crisis de representación y sus posibles soluciones, esa pérdida de confianza se acrecienta en nuestro país por la baja eficiencia en la gestión de los recursos públicos y la alta corrupción que la gangrena. Algo que el Gobierno no termina de entender, pues ni se plantea la menor deliberación sobre la reforma del sistema electoral, ni contempla una racionalización de la abultada nómina de cargos públicos, ni implementa las medidas de regeneración perentoria que Rajoy firmó con Ciudadanos para su investidura.

El caso de Pedro Antonio Sánchez, Presidente de Murcia, vuelve a poner sobre la mesa el deletéreo asunto de la corrupción y la falta de cintura política y sensibilidad democrática del PP para encarar estegrave problemay poner soluciones.Hasta Rivera, cuyo partido firmó el pacto de investidura que le convirtió en presidente y pide ahora su dimisión, exclamó hastiado:"Van a uno por semana". Sin embargo, a pesar del rosario de condenas en los tribunales y de que en su último congreso Cospedal pidiera perdón público por no haberse percatado a tiempo y tardado en reaccionar, el PP no parece aceptar que entre los suyos pueda siquiera haber anidado la sombra del Bunga Bangkai.

Como con Soria, Trillo o Barberá, de nuevo Rajoy ha salido al paso para defender a su amigo y pedir que se respete la presunción de inocencia, pues es uno de los derechos humanos, y en su descargo ha recordado que de los 16 procedimientos judiciales abiertos contra él, todos han sido archivados. Como si la libre defensa ante los tribunales conculcara la presunción de inocencia, o el elevado número de procedimientos superados fuera seña fehaciente y norecelosa sospecha.Poco importa que Pedro Antonio Sánchez haya sido imputado por el TSJM por malversación de caudales, prevaricación, fraude y falsedad documental, y que no solo la Ley de Transparencia de la región sino su pacto de investidura sancionen la incompatibilidad de la permanencia en el cargo de un imputado por corrupción. Menos aún, que él mismo se comprometiera a dimitir en caso de ser imputado y proclamara a los cuatro vientos su afán regenerador. Con modular la interpretación judicial y negar lo pactado, es suficiente; y si hay que corregir a fiscales o remover escalafones, para eso está el Ministerio Público. Lo importante es el cierre de filas y el auxilio al amigo en momentos de tribulación. ¿Acaso no cuenta el PP con un acendrado banquillo para presidir el Gobierno regional y hacer de Murcia la adelantada de España? ¡Qué oportunidad perdida para que Rajoy se comprometa con la regeneración y muestre indicios de su inequívoca voluntad de cumplir el pacto de investidura!