Aún resuenan los ecos paulinos del fin de semana, mientras en el Congreso sus señorías se citan a cara de perro desde los escaños y el carrusel de la corrupción sigue marcando las horas del día. Dos de los cuatro partidos mayoritarios reunieron a los suyos para agitar estandartes y banderolas y proclamar a los cuatro vientos la indeleble unidad. Unidad como coartada y talismán que diluye discrepancias, templa ambiciones, disculpa errores yexime tareas pendientes. El PP y Podemos celebraron sus respectivos congresospara aprobar las nuevas propuestas organizativas y programáticas y elegir al nuevo líder y su equipo para los próximos años. Rajoy recibió el apoyo de un 95% de los compromisarios, mientras Iglesias se llevaba un 89% de los suyos.

En el Congreso de los populares se apreciaba una impostada autocomplacencia, como si, a pesar de los negros nubarrones que le acechan, reinara una plácida serenidad que el fondo de un mar luminoso y en calma representaba. Solo una leve crítica osó impugnarla: la enmienda a la acumulación de cargos en una persona, que por supuesto salió derrotada. Si alguien es capaz de ejercer varias funciones, ¿por qué descargarlo de tal responsabilidad?El espinoso asunto de la corrupción mereció también un inciso. Cospedal reconoció que habían tardado en reaccionar, pues no podía imaginar que también entre los suyos hubiera gente de desorden y cohecho. Pidió público perdón, y asunto zanjado. Ni se actualizó el proyecto político a los nuevos retos, ni se propuso cambio alguno en el ideario ni en el programa, ni se moduló un ápice la parca democracia interna, tan nutrida de cooptación como de resignación. "Si algo funciona, no hay razón para cambiarlo", insistióRajoy ante el entusiasmo de los reunidos. Aunque el problema proceda de la veracidad de la premisa, pues el PP apenas cuenta con una débil mayoría para gobernar y se ha dejado por el camino tres millones de huérfanos desencantados. La plácida serenidad de la que presumen Rajoy y los suyos,no parece tan plácida, ni tan serena, cuando media España contiene la respiración para que puedan seguir gobernando, mientras la otra media sueña con echarlos de la Moncloa para nunca jamás.

Pero no todo fueron ominosas sombras ni aciagos retos para los populares. El sol de la esperanza llegaba a la Caja Mágica con los bulliciosos vientos del sur. En el Palacio de Vistalegre los indignados ratificaban a un líder arriscado, crecido contra el poder y sus epifanías, exultante de énfasis revolucionario. Con él, la expectativa de un Podemos institucional se diluye, y la proclamada transversalidad se escora hacia el sectarismo."Negras tormentas (?) contra el enemigo nos llama el deber", la vieja canción revolucionaria sobrevolaba el ánimo de la antigua plaza de toros, símbolo de la revuelta contra el sistema. No quiere Iglesias diputados zascandiles entre los suyos, sino activistas, agitadores callejeros, vengadores de marginados y desahuciados. "Luchar, crear poder popular", gritaron orgullosos los asistentes tras el recuento de votos, olvidando ya el sí se puede, la utilidad y las velas desplegadas. "Todo el poder a los soviets", arengaba Lenin a los bolcheviques para centralizar el poder. Todo el poder a los círculos, emula ahora Iglesias para deshacerse de su otrora amigo, un Errejonincómodo que pedía amplitud de miras, transversalidad y pluralidad. Sabe bien el ratificado líder populista que la lucha por el poder no entiende de amistades y fidelidades, más bien se cimenta sobre sus ruinas. Por eso apostó al todo o nada, y ganó. Ganó con el peso de la lógica, pues las masas quieren un líder con ideas claras y sencillas, resuelto a conquistar el paraíso que les ofrece. A partir de ahora tendrá libertad para convocar consultas, destituir a cargos, remover secretarias e imponer su línea política. Un canto a la democracia de las bases para mayor gloria de las cumbres, coreada con el mantra de la unidad como suprema esencia. "Unidad. Unidad", clamaban los reunidos, porque la división es una estrategia del enemigo. La fiesta democrática la aguó el Feo. Fernando Barredo, portavoz de una de las candidaturas, alzó la voz para criticar la falta de democracia interna y el voto sin fundamento. "Somos de Podemos, muy bonito. Pero hay que leer. Hay que leer", dijo a una concurrencia que no parecía entender a qué se refería.

Si el PP autocomplaciente triunfó en la Caja Mágica, en Vistalegre se impuso el Podemos rupturista al transversal y plural, si es que en algún momento lo hubo. Vuelve el asalto a los cielos como consigna de agitación y combate. A la oligarquía no hay que enseñarle la puerta de salida, dijo Iglesias, sino expulsarla del poder, recuperar la soberanía de la gente, ganar el país; y tanto el PSOE como el PP respiraron aliviados. El primero, porque le deja el campo libre de la socialdemocracia, la izquierda moderada y reformista que lucha por una mayor igualdad y progreso; el segundo, porque aumenta el valor de la estabilidad y el orden frente al caos y la anarquía, porque promueve la continuidad y aleja la incertidumbre del cambio. Los antisistema del 15M han ganado la partida a los reformistas y el bipartidismo revive sobre sus cenizas.