Parece como si febrero fuera el mes de congresos y asambleas de los partidos, aunque ello es lógico tras todo lo sucedido durante el año anterior en el que hubo que esperar muchos meses hasta que pudo formarse un Gobierno, no sólido ni estable, pero Gobierno al fin y al cabo, del PP que había sido el grupo mas votado en las dos elecciones generales anteriores. Los partidos quedaron todos para el arrastre, y el PSOE incluso fue arrastrado, lo que ha supuesto que su congreso, de refundación pudiera decirse, se haya retrasado hasta el verano. Pero los demás, PP, Podemos y Ciudadanos celebraron sus cónclaves, y ahora tras la tormenta de los congresos llegarán, hay que suponer, tiempos de calma.

Pasó sin pena ni gloria el encuentro de los centristas de Rivera, como era lógico y previsible dadas sus singulares característica, y el foco se centraba en el PP y sobre todo en Podemos, porque si el congreso de los populares no era otra cosa que una cita a la medida y mayor gloria de Rajoy, en la asamblea podemita estaba en juego el posicionamiento definitivo con Iglesias encastillado en una dura ultraizquierda fuera de época y sin posibilidades de gobernación, o un asentamiento en los terrenos más acomodaticios de la socialdemocracia de Errejón. El resultado ya se sabe cual ha sido.

Pero también en el congreso del PP ha habido sus más y sus menos, incluso denuncia de fraude en la votación sobre la enmienda a la acumulación de cargos, un misil a la línea de flotación de la secretaria general del partido, Cospedal, que continúa en el cargo a la par que como ministra, pero a la que Rajoy ha querido aliviar de tareas nombrando al zamorano Maíllo como coordinador, una buena idea. Ni la menor renovación, con una directiva en la que continúa hasta el inamovible Arenas, y unos alardes oratorios de Rajoy tan triunfalistas que llaman más a la risa que otra cosa, todos dentro de su linea: ni una palabra de la corrupción, ni autocrítica de ninguna clase, y apenas alguna alusión al gravísimo problema del independentismo catalán rampante. Un optimismo vacuo, a no ser que se fundamente, que es lo más probable, en que la línea dura de izquierda radical de Iglesias, el reafirmado líder de Podemos, servirá para seguir explotando el temor de la sociedad española a semejantes experimentos.

En cuanto a Podemos, se queda a la espera de lo que pueda ocurrir estos días próximos pues los cambios se antojan inevitables tras lo ocurrido, por muchas proclamaciones de unidad que ahora hagan tanto el vencedor como el vencido. Errejón no se va a ir, o eso ha manifestado, pero Iglesias desde el primer momento ha sido ambiguo en sus declaraciones referidas al futuro inmediato, trasladando la responsabilidad de los nuevos destinos al Consejo Ciudadanos del sábado, y otros órganos. Pero es muy difícil, casi imposible, creer que pueda continuar siendo portavoz de Podemos en el Congreso de los diputados quien se ha manifestado y ha defendido un posicionamiento ideológico y una estrategia diferente, lejana al extremismo en el que se ha asentado definitivamente la facción ganadora. Ya tiene las manos libres Iglesias, dispuesto a ser una bronca oposición. Pero oposición, solo eso.