Hace unos días nuestra prensa local nos dio la feliz noticia de la puesta en marcha de una nueva iniciativa llamada Douro-Duero que pretende la colaboración entre agentes públicos y privados de ambos lados de la Raya con el objetivo de conseguir un desarrollo socioeconómico de la zona fronteriza. Estas iniciativas, siempre positivas, van calando cada vez con más profundidad en esa idea histórica de la unidad ibérica, que tan bien marcaron los alemanes con su determinismo geográfico, esa larga historia de divisiones, de reinos y de insidiosas intervenciones extrañas que han marcado la vida de dos pueblos que nacieron unidos y que los avatares de la historia, como en aquel 1 de marzo de 1476 con la Batalla de Toro, hicieron que la soñada unidad ibérica se rompiera definitivamente.

Estas nuevas iniciativas y otras similares constituyen verdaderos estímulos que han estado dormidos, o apartados, o abandonados con mucho cuidado por los dirigentes de ambos lados de la raya. Quiero recordar por este motivo cómo en 1922, un sayagués, Ricardo Ballesteros, en su obra Alma Sayaguesa, dedica a la unidad ibérica un poema que titula Iberia, alrededor de dos centenares de versos, donde el autor expresa el dolor, la angustia y la vergüenza por la triste y dolorosa separación de ambos países hermanos. Leyendo y releyendo el poema, no entiendo cómo desde 1922, año de su publicación, este no se haya convertido en el himno de todos, despertando desde las primeras generaciones ese sueño que parece olvidado para las altas instituciones como si la historia de más de 2000 años no contase para nada en ellas. Roma ha dejado muy claramente escrito en nuestras raíces la unión de ambos pueblos que la desventura de los tiempos, los avatares y los errores de generaciones los han mantenido vueltos de espalda. Confiemos en que los nuevos tiempos devuelvan a Iberia ese potencial que la era de la globalización está exigiendo a voces.

Estoy seguro de que la estructura de la globalización, que se va imponiendo, va a permitir un acelerón en el incremento de este tipo de relaciones que afectarán a los futuros cimientos de la institución política, a todos los niveles, para constituir la península como una unidad y a la vez un inmenso santuario entre los dos grandes bloques, África y América que constituyen un polo de destacada importancia en la nueva estructura del mundo moderno.