Cuando henos aquí a todos los españoles piándola y con toda la razón del mundo por la subida constante del precio de la luz y por las desproporcionadas tarifas de la electricidad, una de las más caras de Europa, resulta que llega el Consejo de Seguridad Nuclear, el CSN, y aprueba aunque no sea una decisión vinculante que la cerrada central de Garoña, en territorio de Burgos muy cercano al País Vasco, pueda volver a funcionar siempre que se cumplan una serie de exigentes medidas por parte de Endesa e Iberdrola, las empresas concesionarias, y el Gobierno lo autorice.

Y se armó enseguida el follón porque prácticamente todos los partidos parlamentarios, incluso Ciudadanos, han alzado la voz exigiendo a Rajoy, que es quien ha de decidir al respecto, que Garoña continúe como está, o sea cerrada, y que sea ya para siempre, un camino que, insisten, han de seguir todas las centrales nucleares españolas una vez cumplido su ciclo vital de 40 años que ahora el CSN considera que puede ser alargado a 60 e incluso sin límite y sin el menor peligro. El Consejo de Seguridad adoptó su resolución con cuatro votos a favor y uno en contra y lo curioso es que tres de los cinco miembros están puestos por el PP, y votaron a favor, y los otros dos, por el PSOE, con el voto dividido: uno a favor y otro en contra. Una muestra más de la feroz ruptura que ha dejado quebrado y quebrantado al grupo socialista, siempre contrario a lo nuclear, lo mismo que los ecologistas.

Parece que el ministerio de Energía llevará a cabo conversaciones con todos los partidos y colectivos que se oponen a la reapertura y que dentro de unos meses podría tomar una decisión ya de carácter definitivo. Desde luego, el Gobierno, según se asegura, ve con buenos ojos que tanto la central de Garoña como el resto continúen funcionando pues representan la alternativa más limpia, menos contaminante, más barata y más segura en la generación eléctrica. Llevan medio siglo, aproximadamente de funcionamiento, y aun con algunos problemas que solo se han sabido solucionar provisionalmente, como el enterramiento de los residuos, nunca han sufrido un accidente de ningún tipo. En Europa hay 130 centrales operativas y se siguen construyendo más, lo mismo que en el resto del mundo. En España, en cambio, siempre somos más papistas que el Papa.

Aquí, además de pagar carísimo el precio de la luz, pagamos grandes impuestos y hasta generosas subvenciones para sacar adelante la energía solar y eólica, que hasta ahora solo aportan una parte del todo insuficiente, por lo que hay que importar electricidad de otros países, sobre todo de Francia, incluso la de generación nuclear. Sin contar con que si en 2.024, como en principio está previsto, se clausuran la media docena de instalaciones existentes, se perderán muchos puestos de trabajo, y la electricidad que se consuma en las industrias y en los hogares será mas cara todavía, cada día mas cara al disponer de menos medios de producción y mas elementales. El CSN garantiza la seguridad, y ahora es el Gobierno el que debe pronunciarse, con la presión de una oposición mayoritaria detrás.