Estos días hemos podido ver en LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA fotografías de la fiesta de las águedas en varios pueblos de nuestra provincia. Ayer asistí a la Misa en la iglesia de Caballero de Gracia. En todas esas ocasiones, y tal vez más fuerte ayer, impactó en mi corazón la presencia de varias socias de la Casa de Zamora vestidas con el antiguo (de antes y de siempre) manteo zamorano, con su variedad de estilos dentro del formato general.

Me han traído al recuerdo aquellos días, en varios lugares y en distintas ocasiones, pero siempre con el mismo estilo de la mujer zamorana del siglo pasado. He visto, con el agrado del filial sentimiento, a mis dos abuelas, una en Andavíasy otra (más veces) en La Hiniesta; quizá un poco distintas en el ajuar, a pesar de la poca distancia de los dos pueblos, pero indiscutiblemente zamoranas bien amantes de nuestra tierra y encantadas con las recias costumbres, llenas de seriedad, a menudo, pero festivas al completo cuando se presentaba la ocasión. Esta costumbre del Día de las Águedas perdura y, afortunadamente, perdurará siempre en nuestra tierra, porque se halla extendida por todos los pueblos y en las diferentes comarcas.Aunque en otros festejos no coincidan ni en el tiempo ni en el estilo; esto de las águedas aúna los entusiasmos de todas las mujeres zamoranas.

Siguiendo la frase tradicional de que "el Día de las Águedas mandan las mujeres", tan comúnmente citada en nuestros ambientes, estimados machistas, -aunque discrepo de tal estimación por lo que yo pude comprobar muchas veces-, también en la Casa de Zamora de Madrid comienza la fiesta por la simbólica entrega del bastón a la alcaldesa del año. Sigue al acto de la autoridad la solemne procesión, a golpe de tamboril, desde la misma Casa de Zamora, en la calle de las Tres Cruces (nombre que recuerda otra calle de Zamora capital) hasta la de Caballero de Gracia, donde se celebrará la Santa Misa con su correspondiente homilía. El tamboril zamorano y la misma marcha de socios sirven de admiración en la plaza del Carmen, las calles del Calmen y Preciados y la madrileñísima Puerta del Sol. Son el paso obligado para to-mar la calle de La Montera y subir en dirección a la Red de San Luis y la citada calle de Caballero de Gracia, en cuyo santuario tendrá lugar lo más religioso de la fiesta.

Allí se produce el impacto de las mujeres ataviadas con el manteo zamorano y llevando en cestas muy de las nuestras el pan y el vino, símbolos de nuestras comarcas principales, para dárselos al celebrante en el Ofertorio de la Misa. Y comienza la Eucaristía con el canto de un coro de mujeres, pertenecientes o no a la Peña Tajada, foro cultural de la Casa de Zamora.

Terminada la Misa, la comitiva sube hasta la Red de San Luis, donde el tamboril sirve de fondo al baile popular organizado por las socias y algún que otro socio. Por la Gran Vía se dirige de nuevo la comitiva a la Casa de Zamora, en la vecina Tres Cruces. Y, después de una comida de Hermandad en la que dicen tanto el pan zamorano y el vino de Toro que sirven de fondo, comenzará, en el salón Viriato de la misma Casa, el baile familiar que durará toda la tar-de. Desde allí y siempre ataviadas con el típico vestido zamorano las águedas de Madrid se dirigirán a sus casas pregonando el testimonio de su origen a todos los que extrañados las contemplan en las calles, el Metro y los autobuses de la capital de España.

En los zamoranos que participamos en lo posible de la Fiesta, pervivirá el recuerdo; y esperaremos con sentimiento patrio (de la patria chica) el Día del Pregón de la Semana Santa y la fiesta tan zamorana de San Pedro, allá en el mes de junio, cuando el comienzo del verano nos proporcionará las vacaciones y con ellas la posibilidad de volver a vivir la tranquilidad del ambiente y vestidos festivos, en las numerosas fechas estivales que esos trajes típicos animan a toda Zamora, lo largo del tórrido verano, difícilmente soportable en nuestro agitado Madrid.