Aunque al cálculo real de la inflación interanual de la zona euro lo publicará Eurostat (Oficina Europea de Estadística) el próximo 22 de febrero, ya se anticipa con una subida del 1,8%. Esta subida es debida al aumento considerable de los precios de la energía, alimentación, alcohol y tabaco. En España, como somos diferentes y únicos, se anticipa con una subidadel 3% -niveles desconocidos desde octubre de 2012-, más del doble que en el mes de diciembre, posicionando así al diferencial en máximos desde 2008.

Una primera lectura que se saca de ese amplio diferencial, entre la zona euro y España, es que nos volvemos menos competitivos en comparación con el resto de los mercados europeos, cosa que no ocurría desde el verano del 2013. Por otro lado, después de varios meses con inflación positiva, dejamos atrás la sombra de la deflación que tanto preocupaba a los expertos.

La pérdida del poder adquisitivo está más que garantizada en el comienzo del año. Pérdida que experimentarán una gran masa de gente como pensionistas, funcionarios y asalariados. El Consejo de Ministros, en la reunión del 3 de febrero, salió al paso con un Real Decreto de Desindexación estableciendo que los pecios del transporte, las medicinas y algunos productos energéticos, no podrán indexarse a índices públicos, pudiendo únicamente variar sus precios cuando haya otras causas justificadas y acreditadas, intentando conseguir así que no se dañe la competitividad de la aún maltrecha economía española.

La Ley de Desindexación que entro en vigor en la primavera del 2015, no se desarrolló mientras el Gobierno ha estado en funciones y mientras la inflación se mantenía en negativo. El dato de enero ya ha sido calculado en base 2016 y no en base 2011 como se calculaba hasta ahora. Este cambio de base ha afectado a la actualización de las ponderaciones y a la composición del modelo de la cesta de la compra.

Inicialmente, el término inflación se usaba para indicar que la moneda de un determinado país, había sido inflada artificialmente por encima de las reservas que identifican la cantidad de moneda del país en cuestión.

La inflación, al formar parte del interés real, es algo que siempre tenemos que tener presente a la hora de conjugar los beneficios obtenidos en nuestras inversiones. En una ocasión, un lector muy especial de mis escritos, el más joven quizás, me preguntó que qué era la inflación y se la expliqué de esta forma: imagínate que en los ahorros que tienes en la hucha, cada mes,la inflación mete la mano y te quita un céntimo. Cada vez que cuentas el dinero que tienes en la hucha es menor que la vez anterior, lo que quiere decir que puedes comprar menos cosas con él. En fin, es una forma muy particular de ver la inflación pero, y esto es lo importante, entendió el concepto sin llegar a desarrollarlo. Mejor así.

Ante este escenario, la Bolsa, los bonos ligados a la inflación y la vivienda pueden ser los destinos menos malos para encauzar hacia ahí nuestros ahorros. La mayoría de los depósitos y los productos de renta fija ya están empezando a ofrecer rentabilidades inferiores a la inflación y eso supone, como decía, una pérdida contable y real para nuestros ahorros.

La victoria de Donald Trump ha servido como punto de inflexión para el aumento del precio del dinero en los mercados de deuda. Hecho que ha provocado que algunos tipos negativos de deuda hayan desaparecido, haciendo buenas las más que generosas hipotecas a tipo fijo, firmándose un buen número de ellas bajo un tipo de interés fijo y convirtiéndose en las reinas del mercado hipotecario. Los bancos se han dado cuenta y han aprovechado el tirón para subir su interés con la disculpa, real o no, de las fuertes provisiones que tienen que hacer para devolver los importes correspondientes a las cláusulas suelo y demás pagos. Estas hipotecas, aclaro, se hacen a tiempos bastante inferiores que las de interés variable y serán estudiadas despacio y con aplomo: en un principio pueden salir un poco más caras pero, quizás, mirando a un futuro, salgan más rentables. La hipoteca fija da una cierta tranquilidad al no existir el riesgo de una subida de tipos.Dicho de una forma financiera: el riesgo se traslada del cliente ala entidad bancaria.

Nos encontramos ante una posible burbuja de la deuda. Con el aumento de la inflación, mejorará considerablemente esa atípica y desconocida situación, permitiendo así un desinflado más ordenado que la temida explosión. Otras burbujasexplotaron, ya saben, de repente y trajeron consigo nefastos resultados.

La inflación siempre tiene consecuencias sobre el ahorrador, sobre el inversionista, sobre el deudor, sobre el prestamista y sobre el consumidor. Sobre el ahorrador, en el sentido de que según vaya pasando el tiempo su dinero vale menos: tendrá menos ahorros en su hucha. Sobre el inversionista, en que para calcular los beneficios tendrá en cuenta los intereses ganados menos el valor de la inflación. Sobre el deudor, en que según pasa el tiempo debe menos dinero. Sobre el prestamista, en que según pasa el tiempo el dinero que le deben vale menos. Y, sobre el consumidor, que ve como suben los precios mientras se estancan los salarios.

Los expertos nos tranquilizan diciendo que una inflación controlada es buena para la economía de un país y sus residentes, calculándola sobre un objetivo del 2%, de ahí que los Bancos Centrales tengan muy en cuenta este dato para subir o bajar el precio del dinero intentando mantener el equilibrio entre el dinero, los bienes y los servicios. Ante los últimos datos de repunte, Alemania ya le está proponiendo al BCE que empiece a considerar una subida de intereses. Mario Draghi, su presidente, se mantiene en que los subirá cuando los tenga que subir. De momento, hay que esperar y analizar si estos datos serán sostenibles en el tiempo.