Recientemente tuvimos noticia en LA OPINIÓN-EL CORREO del peso de los pasos de la cofradía de Jesús Nazareno.

La tradición de procesiones, a hombros de hermanas y hermanos cargadores, se excusa explicar en una ciudad promotora, como pocas, de pasos, y cofradías. Tampoco vamos a señalar el arte de las tallas o el cuidado ferviente del patrimonio común apreciado por todos. Quedémonos con el título del artículo: El peso. Cargar con el paso tiene un significado devocional ascético, profundo y oculto; paradójicamente lo menos visible y ostentoso de la procesión.

El peso sí importa, no tanto por apuntarse récords como por mirar al origen de la representación de La Pasión que no es otro que hacer visible y redivivo el sufrimiento del Redentor y el dolor de su Madre desolada. El verbo cargar se viene conjugando desde el Antiguo Testamento para señalar el peso de la culpa que por nosotros habría de sobrellevar el Mesías. Algo que San Pedro se encarga de recordar en su primera epístola. Ideas que recoge Kiko Arguello, en nuestros días, para componer una canción tan popular como acertada en mensaje y melodía: Canción del Siervo de Yahvé.

Los costaleros, hermanos y hermanas, nos recuerdan que quieren remedar aquél esfuerzo sobrehumano del Nazareno que llegó sin fuerzas al Calvario teniendo que ser ayudado por el Cirineo, un hombre que venía del campo; o sea, el primer costalero. La precisión del evangelio de Lucas sobre la procedencia de aquél buen hombre que venía de trabajar nos enlaza con el origen popular de las procesiones: una liturgia de laicos mayormente, fuera del ámbito natural de la misma: el templo.

En el lenguaje cotidiano, cuando nos vemos afligidos, decimos que nos pesan las penas y que a veces nos cuesta cargar con los disgustos.

Cuando el cristianismo empezaba, una masa de esclavos y desposeídos veía en el Evangelio la constancia escrita de su situación injusta. Cuando occidente se cristianiza, la gente sufriente, que viene a ser la inmensa mayoría, ve en la Pasión de Cristo el reflejo de su vida esclavizada por el trabajo y las penalidades sin cobertura de seguros ni Seguridad Social.

Cada Paso es un capítulo de ese calvario humano que nos toca recorrer. Pero antes, un tal Jesús cargó con lo suyo y nuestro para dar ejemplo del valor que hay que ponerle a la vida. Poéticamente nos lo recuerda Lope de Vega en su Romance a la Pasión de Cristo que podemos leer con la mirada puesta en el famoso grupo escultórico La caída de Ramón Álvarez o en cualquier otro humilde Nazareno de los muchos en cualquiera de los pueblos, como el mío, que hemos llevado a hombros con fervor: Mucho le pesa la cruz/ los pecados mucho más/ con ellos ha dado en tierra/ pues no los puede llevar.

Cada cual es costalero del Paso de su vida. Pocos pueden decir que es de liviano transporte. En todo caso tenemos el ejemplo de un tal Jesús.