Peor que los vientos que han azotado sin misericordia Galicia y otras comunidades estos días, el vendaval Trump puede acabar quebrando la Unión Europea a medio plazo. El Brexit fue una gran amenaza que parecía atenuarse hasta que llegó Trump hace dos semanas e insufló energía para el corte europeo a la primera ministra británica Theresa May. Parecía que las eleciones francesas podrían conjurar el peligro de una presidenta ultraderechista como Marine Le Pen pero el desatino en las primarias de derechas e izquierdas le está allanando el camino: Sarkozy fue derrotado por Fillon, esperanza de la derecha, que está a punto de dimitir por repartir jugosos contratos ficticios a esposa e hijos. Fillon, que presume de ser tan liberal y tan católico... Así que podemos encontrarnos fácilmente en la segunda vuelta francesa a la señora Marine Le Pen, ya recibida en la Torre Trump, frente al socialista izquierdista Hamon cuyo programa se resume en trabajar solo 32 horas a la semana pero cobrando lo mismo sin aclarar de dónde va a sacar el dinero para la fiesta. La tentación populista, como se ve, está en todas las casas, asociada por lo general a un sentimiento anti europeo.

Entretanto, en Holanda ya han decidido que los votos de las elecciones de este año, con riesgo de que la ultraderecha llegue al poder, serán contados a mano por miedo a la intervención de los hackers rusos, supuestos amigos de Trump. En las legislativas de Chequia tomarán medidas similares. La combinación entre populismo, posverdad y alta tecnología usada malintencionadamente puede remodelar el mapa político en el que vivimos.

Pocas voces se alzan contra ese riesgo. El expresidente Felipe González abrió fuego esta semana en Madrid advirtiendo que "en cuatro años Estados Unidos puede dejar de ser una potencia global porque eso es incompatible con el aislacionismo que promueve Trump". Y el mundo se estabiliza en un sistema de equilibrios imperfectos. Si falla el sostén americano se altera todo, desde el comercio internacional a la defensa. Mexico tiembla porque su poderoso vecino concentra el 70% de sus exportaciones. Y el muro de Trump, como dice Luis Almagro de la OEA, es para separar Estados Unidos de América Latina.

Así que de ser reelegida a la señora Merkel este mismo año, con la válvula de seguridad relativa de que si no es así podría gobernar el socialdemócrata Schulz, solo Alemania se dibuja como el puntal para sostener la Unión Europea. Francia es una incógnita, la banca italiana está cerca de la bancarrota, Grecia ya quebró, Hungría y Polonia amenazan con salir y el conjunto de lo que queda, incluida España, es demasiado frágil para sostener la Unión si falla Francia y se perdió el Reino Unido. Riesgos conocidos que ahora se agravan porque Trump acelera los procesos internos de crecimiento del populismo en todas sus versiones.

España entre tanto, mientras se pone de perfil a la tormenta americana, afronta el desafío del independentismo en Cataluña que en el marco de una sólida Unión Europea tiene menos probabilidades de salirse con la suya que en un mundo enloquecido y un continente en riesgo de disolución política. Inés Arrimadas, líder de la oposición catalana, estima que Gobierno de Madrid no hace lo suficiente para detener el agravamiento del proceso; critica a Ada Colau por sumarse al independentismo y propone para la Generalitat una alternativa con reformas también en España. Es de las pocas voces, junto con los socialistas, que no está ni en la ruptura, ni en el inmovilismo. Se diría que a la vista del contexto internacional el soberanismo ha decidido acelerar el referéndum. Ella cree que no llegará a convocarse. Pero fuentes solventes consideran la posibilidad de nuevas elecciones anticipadas para junio - Cataluña no logra superar más de dos años de legislatura y llamar al referéndum ese mismo día. O sea, una papeleta legal en una urna y otra ilegal en otra. La hipótesis estremece a los partidos catalanes. Y a ver a quién no. El vendaval azota, de Washington a Girona.