La pasada semana Laura Rivera escribía un artículo en este medio titulado "Zamora laica", afirmando, además, que el Ayuntamiento de Zamora es laico, y en esta ventana de opinión estaría bien reflexionar sobre esa afirmación.

¿Es Zamora laica? ¡Caramba! ¿Y quién lo ha decidido? Hacer una afirmación tan contundente es, al menos, arriesgado y muy propio, por cierto, de quien suele arrogarse conceptos como el de "la mayoría social", que luego resulta no ser tal mayoría.

Dice la señora Rivera que algunos nos aferramos a la "aconfesionalidad" constitucional. Pues sí, nos aferramos a ella, pero no por invención, ni mucho menos. Sencillamente porque la incluye el artículo 16 de la Constitución como desarrollo de la libertad religiosa, porque ese es el texto que los españoles aprobaron en referéndum, fruto de un proceso considerado como modélico en el resto del mundo y que, por ejemplo, Vargas Llosa define como "la historia feliz de los tiempos modernos" y, sin embargo, algunos aquí siguen denostándola.

Insiste la autora en que no sólo la ciudad entera sino también el Ayuntamiento es laico, en una patente mezcolanza entre Estado y religión, posicionando al Ayuntamiento en una corriente determinada: la laicidad. Pone, además, como ejemplo el hecho de que el alcalde no hiciera el Juramento del Silencio, cuando lo único que ello demuestra es que vivimos en una España tolerante que respeta que su alcalde no profese la religión católica y decida, dentro de su libertad, no hacer ese juramento. Perfecto: tolerancia, respeto, y pluralidad.

Y avanzando en la reflexión, ¿por qué hay un sector social que insiste machaconamente en que lo neutral es ser laico? ¿Qué tiene de neutral ser laico? Ser neutral es defender que todos tenemos derecho a profesar o no profesar una religión, a manifestarlo o no manifestarlo, a asistir a actos del rito que elijamos libremente o no hacerlo, pero? ¿neutro? ¿Qué tiene de neutro? Ser laico es posicionarse. No es intención de estas líneas decidir si es mejor o peor opción ser laico que judío o católico, pero ¿neutro? Ser laico no tiene nada de neutro. Por eso, el esfuerzo del Estado debe estar precisamente en garantizar que un alcalde decida, sin que ello escandalice a nadie, jurar o no jurar. Pero ello tampoco convierte al Ayuntamiento en laico, ni tampoco a Zamora. Hemos salido ya hace tiempo del absolutismo, de aquel "El Estado soy yo", del rey Sol.

Por tanto, y con todo el respeto, Zamora será lo que quieran los zamoranos que sea, no lo que decide una persona en función de unas creencias nada neutrales.

La semana pasada hablamos en el Senado de libertad religiosa. Y se habló de la decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que consideró que exhibir la cruz en los colegios públicos en Italia no vulneraba la libertad religiosa, porque no existe un derecho subjetivo a no ver símbolos religiosos, y el ponente previo dio con la clave de lo que significa respetar la libertad religiosa: tolerancia y pluralidad, y también, por qué no decirlo, respeto a nuestras raíces muy bien resumido en esta frase: "Que la tolerancia hacia las creencias de los demás no se transforme en intolerancia hacia nuestra identidad".

Por cierto, a falta del dato desagregado de Zamora, el CIS nos ofrece uno nacional. El 71.8% de los españoles se considera católico, y un 2,5% se manifiesta practicante de otras religiones, un 14% ateo, y un 9% no creyente. Pero Zamora, ¿es laica?