El paraje conocido como "Bodega del Torrao" fue hace más de un siglo una zona de extrarradio de la ciudad de Zamora que se encontraba totalmente deshabitada, entre el campo de Los Cascajos y la fuente de Las Llamas. Aquel terreno, en que entonces solamente encontraríamos viñas, se ha transformado al día de hoy en una zona urbanizada con viales asfaltados y cantidad de edificaciones residenciales.

El nombre del lugar conocido como "Bodega del Torrao", tiene su origen en una bodega subterránea que pertenecía a un personaje conocido como "El Torrao"; de aquella típica bodega hace muchos años que no queda rastro de ella; hay en su mismo sitio una subestación transformadora de electricidad que ocupa una considerable extensión de terreno.

De cómo estaban aquellas tierras nos da idea una noticia del año 1913, cuando los vuelos aéreos eran la gran novedad del momento: el alcalde de la ciudad señor Moyano solicitaba ayuda al comercio zamorano para allegar los fondos suficientes para contratar al intrépido aviador francés Leonce Garnier que daría un espectáculo dentro del Programa de las Ferias de san Pedro. Se señaló como campo de aviación la pradera de los Cascajos (hoy es el populoso Barrio de Los Bloques). El punto de partida se estableció en las proximidades de la carretera que circundaba el campo próximo a las llamadas Casas de Peña y en dirección a la Bodega del Torrao - Las casas de Peña o Barrio Peña estaban ubicadas frente al que ahora es el Instituto de Enseñanza Media Claudio Moyano. Esto indica que en 1913 todo era campo a partir de este lugar- continuaba la noticia de hace cien años informando que se acordonaba el campo de aviación con una alambrada y se colocaron fuerzas armadas con el fin de tomar las precauciones posibles para asegurar que el público no corriera riesgos innecesarios en su deseo de ver más de cerca el momento del despegue. Para mayor comodidad de los espectadores que no quisieran soportar a pie firme todo el tiempo que durara el espectáculo, se reservó un espacio en el que se colocaron sillas y bancos cuyo coste de asiento fue de dos pesetas las sillas de primera fila y una peseta las restantes; las sillas llegaban hasta las proximidades del camino de la Bodega del Torrao.

La prensa local comentaba al día siguiente que "Solo alabanzas merecía la autoridad local por su feliz iniciativa contratando al intrépido aviador Garnier para volar en la mañana anterior. En el Campo de aviación Los Cascajos se respiraba a las seis de la mañana aires puros. La población entera, atraída por lo sugestivo del espectáculo, se había trasladado a las inmediaciones del campo para presenciar las pruebas. También participaron de la grandiosidad del festejo infinidad de forasteros llegados durante la noche anterior y en la madrugada de ayer. A la hora anunciada estaba preparado el monoplano sistema Bleriot, y el intrépido Garnier con su mecánico Agustín Mantesa, realizó el primer vuelo cruzando la capital en distintas direcciones. Aterrizó admirablemente. Acto seguido y en unión de don Venancio Cuesta, de Benavente, Garnier se elevó otra vez volviendo a pasar la ciudad. El tercer vuelo lo hizo en compañía de su distinguida esposa, y el cuarto con nuestro convecino don Mariano Palao, Con una precisión maravillosa, Garnier aterrizó las cuatro veces; le vimos virar en distintas direcciones y cruzar el espacio como si fuera un ave. El espectáculo era encantador, pues la majestuosidad con que caminaba el aparato hacía entusiasmar a los espectadores. Una buena mañana para los zamoranos que gracias al celo y actividad del señor Moyano, pudimos contemplar fiesta tan sugestiva como es la aviación, desconocida en esta ciudad. La banda provincial, dirigida por el Maestro Haedo, interpretó varias obras con mucha afinación y delicado gusto, en las dos horas y media que duraron las pruebas". ¡Qué diferente es nuestra visión actual de la aviación, después de cien años de progreso, cuando vemos cada día surcar nuestro cielo esos vuelos transatlánticos que dejan múltiples estelas blancas a su paso!