En el mundo político rural, se suelen dar anécdotas simpáticas en las que las ocurrencias de sus protagonistas demuestran cómo la sencillez y la espontaneidad no están reñidas con la inteligencia, aportando soluciones imaginativas y jocosas a situaciones a veces comprometidas.

A lo largo de mi vida política he sido testigo de algunas de estas situaciones divertidas que paso ahora a relatar, y en la que se demuestra la gran valía de los regidores municipales.

La primera anécdota a la que nos vamos a referir tuvo lugar en la clausura de unos cursos de la Sección Femenina que se celebraban en algunas poblaciones rurales. En estos cursos anuales se enseñaba a las mujeres todo lo que, en aquéllos tiempos, se estimaba que necesitaban para desenvolverse en la vida. Era un día de junio, nublado, bastante frío y con un viento infernal, de los que se llevan por delante todo lo que haya en las calles, hojas, papeles?., lo que en Castilla solemos llamar un "día de perros". Las autoridades asistentes al acto se habían planteado suspenderlo o trasladarlo a las escuelas públicas, en lugar de realizarlo al aire libre como estaba previsto. Pero existía el inconveniente de que las escuelas eran muy pequeñas y no podrían entrar todos los invitados. Si por el contrario el acto se realizaba ala intemperie, se corría el riesgo de que las condiciones climatológicas impidieran su celebración. Finalmente se optó por realizar la clausura del curso en la plaza del pueblo. Según la tradición el alcalde tenía que pronunciar su discurso después de que la directora del curso expusiera en qué había consistido éste y los resultados obtenidos. En la mesa presidencial el alcalde se dispone a leer su escrito que consistía básicamente en hacer llegar al señor gobernador las necesidades que tenía el municipio. Entre sus manos estaba el papel correspondiente, pero la fuerza del viento hace de las suyas y le arrebata la hoja con una fuerza extraordinaria, lanzándola a las alturas a tal velocidad que se hizo inalcanzable. En ese momento se produjo un gran silencio entre los asistentes que, impotentes, se miraban entre sí con perplejidad. Pero el alcalde, como siempre, resolvió la situación. Dirigiéndose al público pronunció las siguientes palabras. "A tomar por culo las peticiones. ¡Viva España!" y dio el acto por terminado con el aplauso de todos. Al final, el bueno del secretario municipal, que se había quedado con una copia del discurso, pudo entregarla al gobernador, haciéndose éste conocedor de las necesidades del ayuntamiento.

La segunda anécdota, más sabrosa, como dicen los cubanos, se refiere a la "sustituta de la maestra" de un pueblo de la provincia. Las niñas y niños estaban sin educadora y a todas horas en las calles, sin deberes, haciendo gamberradas. Los vecinos del pueblo estaban ya cansados de tanta libertad como tenían los pequeños, y los padres no podían con ellos. Aprovechando, como en el caso anterior, la clausura de un curso de la Sección Femenina, el alcalde se dirige a la mesa presidencial, en la que se sientan las autoridades y la directora del curso, y se dispone a realizar sus peticiones. Aunque todos los participantes en la mesa presidencial solían hablar, siempre despertaba gran expectación el discurso del alcalde. Ya con sus primeras frases los asistentes al acto quedaron asombrados, pues para la primera autoridad del ayuntamiento, el problema más grave del mismo era que desde hacía tres meses estaban sin maestra y que necesitaban urgentemente "una prostituta", porque los niños del pueblo hacían lo que les daba la gana y eso había que cambiarlo. Una y otra vez insistía en lo mismo durante su exposición, repitiendo la comprometida palabra, ya que a su entender, la falta de "la prostituta" era la causa de todos los males del pueblo. Al terminar el acto, el teniente de alcalde se acerca al regidor municipal y le dice: "Mira que eres bruto. Toda la clausura repitiendo la necesidad de la prostituta, en vez de la sustituta". A lo que el alcalde contestó: "Ya lo sé. Lo he hecho a propósito. Si le hablo de una "sustituta" al gobernador, llega a casa y no se vuelve a acordar de esta petición. En cambio, de la manera que lo he expuesto, al llegar a su despacho, seguro que lo primero que hace es llamar al director de Educación y decirle que rápidamente mande al pueblo, que rige un bestia, un sustituto o una sustituta, de manera que esta cuestión deje de ser un problema para los vecinos, ¿lo entiendes teniente de Alcalde?". Al día siguiente el pueblo ya tenía una sustituta, y por cierto, muy lista y muy guapa.

La tercera anécdota tuvo lugar en una cacería de perdices, organizada por un ayuntamiento de la provincia, de cuyo nombre tampoco me acuerdo. Después de haber celebrado la correspondiente batida, y con gran éxito, el grupo, presidido por una alta autoridad, se dispone a degustar las sabrosas perdices cocinadas, en muy diversas formas, en el bar del pueblo, pues en el grupo había grandes especialistas en la materia. Puestos los comensales a degustar la comida, todo el mundo se fijó en que la máxima autoridad usaba el tenedor y el cuchillo para descuartizar la pieza, pero ésta se resistía, ya que no es fácil comer estas aves de esa forma tan delicada. Todos los comensales miraban y pretendían hacer lo mismo, pero nadie decía nada. Hasta que el señor alcalde, muy expresivo, se levantó y pronunció las palabras que todos estábamos esperando: "Excelencia, no sea finolis, échele los dátiles, y ya verá cómo la patirroja está más sabrosa y se come mejor". Y mano santa, todos los comensales dejaron los cubiertos y se pusieron a comer la deliciosa pitanza en la forma en que el alcalde había recomendado: usando los "dátiles".