El término que ha marcado actualidad informativa en el 2016 ha sido para la Fundación BBVA el de "populismo"; antes, en años precedentes, lo habían sido "escrache", "selfi" y "refugiado". La razón de decantarse esta vez por el de "populismo" es que "lleva tiempo en el centro del debate político". Apuesto que en el 2017 el debate se va a trasladar al tema de la educación y ese va a ser el término a tener en cuenta no por la novedad, sí por el trasfondo político. Todo dependerá de que el principal partido de la oposición llegue a tiempo y dispuesto a plantar batalla sobre la que se pretende consensuar como nueva Ley de Educación.

El 31 de enero se celebra la fiesta de san Juan Bosco, uno de esos hombres de Iglesia en el siglo XIX liberados de otras atenciones y funciones parroquiales y orientados, por inclinación natural y urgencias del momento, al campo de la asistencia y educación de los jóvenes. Busco en Internet por los educadores cristianos en la Italia del XIX y la mayor parte de la información incide sobre el fundador de los Salesianos. Una frase de Joel Artigas al frente como reclamo: "Un buen educador es aquel capaz de interpretar los sueños de cada niño". D. Bosco, ya de niño, se soñó educador.

Vivió la Italia del XIX, la de Garibaldi y las luchas por la unificación;conoció de lleno el conflicto liberal-conservador que buscaba excluir a la Iglesia de la misión educativa creando un sistema laico lejos de todo marco religioso y moralizante. Pero Don Bosco fue un educador de calle tanto más alejado de sistemas y postulados políticos cuanto encajado en la dura realidad del momento: jóvenes deambulando por la gran ciudad de Turín sin trabajo, sin escuela, carne de cañón. Fue la calle la que lo hizo educador.Y es muy posible que vuelva a ser la calle, y no tanto las calificaciones de Organismos Europeos, la que nos exija a los españoles replantear el cómo, el por qué y el hacia donde de la educación. En esas estamos.

El título del artículo lo he tomado de una de las cuarenta cartas del cardenal Albino Luciani (lo conocemos como Juan Pablo I) dirigida al escritor romano de origen español Quintiliano,autor de la Institutio oratoria, importante tratado sobre la educación de la juventud. El libro del cardenal Lucianicontiene cartas a personajes ilustres de la historia ylleva el título de "Ilustrísimos señores". En él nos habla el papa Luciani de la emulación y la porfía en la escuela, de la benevolencia del maestro no carente de energía, del trabajo en grupo, del interés por los aconteceres del propio país y del mundo, de una escuela que no tanto mire al pasado cuanto dar respuesta a los problemas del presente. Habla y define de "verdadera conquista" la corresponsabilidad de los padres en el seno de la escuela oficial y hace una afirmación ylanza una pregunta que es bueno traer aquí: "La cultura humanística está hoy oscurecida por las ciencias del mundo y del hombre, que imperan en la era del átomo y de la técnica. ¿Están preparados los padres para afrontar los problemas escolares? ¿Serán capaces de dejarse guiar sólo por los intereses de su hijos dejando fuera de la escuela toda preocupación de partido, hoy cuando la política se infiltra por todas partes, como polvo sutilísimo, hasta en los pulmones? Si las familias no lo comprenden y no abren bien los ojos todo puede acabar en auténtica calamidad".

No hacemos más que hablar de crisis. Somos muchos los que no estamos de acuerdo en ubicar y reducir esta crisis y su posible solución a la pura y dura economía, a las oscilaciones del mercado de trabajo.Crisis también a nivel político y cultural y,más allá todavía, familiar y moral.Asistiremos a no tardar, lo verán, a la escenificación de que resulta poco menos que imposible garantizar juntos los contenidos didácticos y los valores que debe transmitir la escuela. El laicismo y el pasado irrenunciable de la izquierda por una parte; la debilidad e indefinición suficientemente conocidas y comprobadas de la derecha por otra;la disgregación y el dato añadido del nacionalismo a modo de contrapeso, harán el consenso difícil cuando no imposible. El sincretismo conciliador, que fascina por su apariencia de equilibrio, evita el conflicto simplemente por balanceo de fuerzas. Ni Dios, ni la religión, ni siquiera una moral o ética con referencias religiosas serán posiblemente mencionados en la nueva Ley de Educación, pero esos valores están ahí y están llamados a ser factores no desechables en el futuro de Europa y del mundo. "La tarea será larga y consistirá más en una siembra que en una serie de rápidas modificaciones. Educar es una tarea apasionante y exigente, solamente digna de aquellos que siguen apostando por la esperanza" (Educar, exigencia y pasión. J.M. Bergoglio).