No corren buenos tiempos, ni en Oriente ni en Occidente, para los cristianos. Se reeditan las persecuciones al cabo de los siglos, si es que alguna vez se ha dejado de perseguir a los cristianos de palabra y de obra. Los romanos consideraban el cristianismo como una nueva secta judía. Los romanos, los rectores del judaísmo que no eran otros que escribas y fariseos y, a día de hoy, algún que otro descerebrado de los muchos que pululan por el ciberespacio y que al referirse a los cristianos hablan de nosotros como de una secta. Budismo, cristianismo, hinduismo, islamismo y judaísmo son las cinco grandes religiones. Para los "cristianófobos", slo el cristianismo es una secta, las otras no, las otras son las verdaderas, sobre todo el islamismo, ¡a esa religión ni tocarla no vayan a "apiolarlos"!, lo que quiere decir que por ellos habla el miedo y la cobardía. Como la de todos cuantos se esconden en el anonimato, tras un seudónimo. No tienen los cataplines necesarios para poner su nombre y su apellido.

Las cifras no pueden dejarnos indiferentes. Cerca de 215 millones de cristianos sufren un alto nivel de persecución por su religión. El crecimiento es tremendo en la India y países del sureste asiático. En Corea del Norte, Afganistán, Pakistán, Sudán, Siria e Irak, por ese orden, ser cristiano es como ser judío en la Alemania de Hitler. Con la diferencia de que en la actualidad no te marcan y te hacinan en un gueto. En la actualidad te pasan por las armas directamente. A pesar de todo ello, los cristianos afrontan con valentía esa cruz que la vida les ha asignado frente a los intolerantes, a los fanáticos, a los sectarios, a los extremistas, a los que cultivan el odio en lugar de sembrar el amor. Por cierto, las milicias islámicas, que se están poniendo de moda en el África subsahariana, actúan con una especial vesania contra los cristianos.

En tiempos de Nerón podría entender que, bajo cualquier excusa, se masacrase a los cristianos en número muy elevado. Pero que hoy esas cifras se disparen, me parece imposible siendo como es cierto. Sólo el pasado año 7.106 cristianos murieron por su fe y 2.425 templos cristianos fueron violentados, destruidos, incendiados. Y en 2017 parece que no van a cambiar mucho las cosas. Sin embargo los cristianos, sobre todo en estos y en otros países del orbe africano, no se dejan amilanar, no se dejan amedrentar haciendo del signo de la cruz su emblema. Son los mártires del siglo XXI, los nuevos mártires de la fe.

Si en otro tiempo se les echaba a los leones o se les quemaba en grandes piras en los circos, frente a una multitud fanática, enardecida y violenta que jaleaba su muerte, hoy se les pasa a cuchillo o a machete, se les quema en el interior de las iglesias o con una ráfaga de metralleta basta para llevarse por delante a un buen número de esas gentes vacunadas contra el miedo, que nos dan una lección de vida y de fe, que nos muestran el camino por el que transitan ligeros de equipaje pero llenos a rebosar de esperanza, de convicción, de certeza en Dios que les impide flaquear. No pintan bien las cosas para el signo de la cruz. Si hasta la vieja Europa parece renunciar, sin luchar por ello, a sus raíces cristianas. Un error de fatales consecuencias. Porque, a estas alturas, es una obviedad que Europa y el cristianismo han tenido una historia común. Pero dígaselo usted a los de la cerrazón y a los de la sinrazón. Para ellos la perra gorda. Para los cristianos la fe y el valor de posicionarse al lado de la cruz, al lado de Dios.