La debilidad, como el miedo, como el resentimiento, como la locura, son fácilmente detectables y hasta podría afirmarse que desprenden un olor peculiar. Lo peor, con todo, es que estos sentimientos y estas actitudes percibidas sirven no solo para hacer más insostenible la situación, sino para envalentonar hasta extremos máximos a los adversarios. Si a Rajoy se le subieron a las barbas antes, pese a la gran mayoría parlamentaria de su partido, los independentistas catalanes, asombrados ellos mismos de la falta de respuesta y de coraje de quien contando con todos las herramientas legales que le otorga la Constitución, todo lo fía, sin embargo, al poder judicial y a un diálogo que nunca es aceptado, es obvio que ahora mismo, con el PP en franca minoría en el Congreso, el envalentonamiento ha subido enteros y ha sobrepasado ya las grises barbas del presidente del Gobierno de la nación.

Por más que no sean otra cosa que desvaríos de la voluntad y de unas mentes fanatizadas que se reiteran incapaces de percibir la realidad tal como es. Una realidad que se resume en que España no perderá su unidad y que nunca Cataluña será independiente. Ni el País Vasco, por supuesto. Esto es así y hasta los secesionistas de una y otra región, lo saben bien, en el fondo, aunque lo disimulen en una compleja marcha hacia adelante pues ya son incapaces de contemplar la marcha atrás. Porque el caso es que la obsesión separatista mantenida por parte de los catalanes, no por la mayoría, ni mucho menos, parece haber servido encima para reavivar el viejo y adormecido afán separatista de los vascos, años después del fracaso del aquel plan del iluminado Ibarreche. Como se ha podido comprobar en el fin de semana pasado durante lo que se ha denominado como refundación de Sortu, ahora con Otegui como secretario general, cada vez más adelante en sus planteamientos y con un objetivo claro: la república independiente de Euskal Herría, que dicen ellos, y de Navarra.

Un encuentro de los partidos y sindicatos de izquierda y filoetarras al que asistieron, según anuncio del gurú Otegui, una cincuentena de observadores y representantes internacionales, se supone que debidamente invitados. Y entre ellos, como no, los independentistas catalanes, en la persona del tal Tardá, secretario general de Ezquerra Republicana, quien dentro de un plano de absoluta ciencia ficción, anuncio solemnemente a los asistentes que la república de Cataluña va a apoyar cuanto pueda a la creación de la república vasca. Dios les cría y ellos se juntan, o sea. Y es que entiende el de Ezquerra que lo suyo no hay quien lo pare, que es un proceso en marcha, que se va a iniciar este mismo año, con el referéndum que se celebrará, con permiso o sin él, del Gobierno de la nación y que culminará con la proclamación de la independencia, diga lo que digan los poderes del Estado tanto los ejecutivos como los legislativos y judiciales. No dudan de que la consulta, si de una u otra manera se lleva a cabo finalmente, lo cual tampoco sería muy de extrañar dados los precedentes, se resolverá a favor del sí. Pero si resulta que es no ¿que harán? Pues toda esta gente es muy demócrata pero solo cuando les conviene.