Nearco, quien fue amigo de la infancia y jefe de la flota de Alejandro Magno allá por el siglo IV antes de Cristo, nos dejó numerosas historias que tenían relación con el mar y con todo lo que le asombraba en sus viajes, que eran interminables, pues acabó llegando hasta la India. Citaré dos para comprender las virtudes del personaje, entre las que destacaban su audacia y su sabiduría.

Una de ellas es la leyenda de los comedores de pescado, que le fue contada cuando navegó alrededor de la isla mágica e inhabitada de Nosala, consagrada al Sol, ya que los hombres que se acercaban a la misma, debido a una hermosa Nerea que los cautivaba, acababan convertidos en sus amantes, luego los transformaba en peces y finalmente los arrojaba al mar. Cuando el Sol le ordenó que cesara en tal despropósito, le prometió que, si así lo hacía, anularía el castigo que la obligaba a vivir en soledad. La Nereida, compadecida entonces de todos los que había convertido en peces, les restituyó la forma humana, convirtiéndose en los antepasados del pueblo de los comedores de pescados, que no dejan de ser nuestros propios antepasados.

Nearco, perdió en las inmediaciones de la isla uno de sus barcos, y ante el temor de los navegantes, decidió el mismo ir hasta ella y hablarles apasionadamente desde sus orillas para que comprobaran que no pasaría nada, como así ocurrió, con lo que lograron superar el miedo. Luego todos acabaron desembarcando en la misma. Con su ejemplo, el estratega acabó con cualquier interpretación mítica.

Otra, es el famoso episodio de las ballenas, animales que nunca antes habían visto y que volvieron a sumirlos en el miedo y la angustia, al pensar que podrían ser atacados por seres de tamaño tan descomunal.

Al abandonar al amanecer la zona de Cyza, observaron cómo salían del mar grandes chorros de agua, pensaron que grandes fuelles los propulsaban desde el fondo del océano y a los marineros se les cayeron los remos de las manos. Al preguntar a los timoneles más avezados qué era aquello, contestaron que se trataba de ballenas, grandes peces que contaban con un orificio en el lomo con el que podían realizar tal proeza.

Nearco, en lugar de amedrentarse, los arengó una vez más para que perdieran el miedo y les ordenó que remaran con todas sus fuerzas para ir directamente hacia las ballenas, como si se tratara de enemigos en pie de guerra, y así lo hicieron. Al llegar a ellas provocaron tal estruendo tocando atabales y trompetas para asustarlas, que estas se zambulleron y desaparecieron de su vista rápidamente. Las vieron alejarse lanzando al aire sus chorros de agua, pero ya no sentían miedo. El jefe fue vitoreado, por hacerles comprender que tenía más valor la astucia que la fuerza.

Aprendieron también en aquel viaje que cuando morían empujadas hacia las playas, quedando allí varadas y su carne se descomponía, sus restos eran aprovechados por los lugareños. Los huesos se usaban para construir casas, con los costillares se hicieron vigas y con las mandíbulas jambas que duraban muchos años.

Ahora casi todos los llamados grandes estrategas y gobernantes han quedado reducidos a seres sin pasión por lo que hacen, la ejemplaridad brilla por su ausencia, cambian de ideas como de camisa. Solo busca la mayoría su propio provecho y como mucho el de algunos de sus partidarios; carecen de verdadero poder de persuasión, la astucia que practican tiene más que ver con el engaño y el ardid, con la palabrería vana para intentar resolver situaciones conflictivas que ellos mismos crean muchas veces, y no con habilidades para actuar de una forma correcta; y si siguen en el alero es porque cuentan con una cohorte de subordinados que están paniaguados con la boca cerrada, porque saben que si protestan o tienen ideas propias serán apartados directamente de la cosa pública y nunca podrán acceder a puestos bien remunerados en empresas dependientes del estado, direcciones generales, ministerios... Todos callan, porque no pueden superar sus miedos a perder el puesto. ¿De qué iban a vivir entonces? ¿Volver a lo de antes, si es que antes hubo algo? ¿Perder los privilegios: dietas, coche oficial, ordenador, teléfono, posibilidades de ascenso sin hacer nada??

Por eso nada arriesgan, prefieren seguir las directrices de quienes los llevan por vericuetos incongruentes, antes que cambiar una realidad cada vez más adversa para el resto de los ciudadanos, sus verdades se diluyen porque después de tanto argumentar, apenas tienen ninguna.

Por eso, ante mundo tan anodino, donde todo parece perfecto, aunque siga oliendo, no se quiere ir al meollo de la cuestión de la cosa política, que no es fácil, porque falta sentido común: se hace necesario de una vez adelgazar el aparato del Estado, arreglarla educación, la sanidad, conseguir la aplicación correcta de las leyes, crear trabajo con el que poder vivir, no subsistir, para dignificar la vida de las gentes, de los jóvenes y de toda esa masa de trabajadores con los que no se cuenta para nada, que se sienten desahuciados de la sociedad porque no encuentran trabajo y se les ofrecen puestos con cuyos salarios es imposible sobrevivir, también potenciar la solidaridad con los más desfavorecidos, con eso ya nos conformaríamos unos cuantos. Mientras tanto seguiremos aguantando tantas reuniones en las que no se llega a ninguna conclusión práctica, tantas comilonas, no he visto a ningún político hambriento, tanto viaje, tanto ir y venir, tanta destrucción de gentes y ciudades, tantos rescates de bancos y autopistas sin uso, tanta construcción de rotondas con obras de arte que nos salen a millones, mientras no cesan de repetir las altas esferas del poder que la consecución de la paz está cerca, mientras aumentan las ventas de armamento en los países llamados democráticos, tanto poner en valor, tanto marcar la diferencia, tanto diálogo de civilizaciones, tanto salir en la foto a costa de lo que sea, tanto beso en la boca, tanto sentarse en las mullidas alfombras, tanto devaneo, mientras los demás, el pueblo, nos las ingeniamos para seguir viviendo, adornando el arbolito, mirando desgastadas bombillitas que alumbran un mundo en decadencia, aburridos como siempre de los rollos que todos ellos nos sueltan.

Y es que lo mítico es agua pasada, hace ya muchos años que ha dejado de valorarse. Y todos ellos con sus mítines y apariciones en los medios públicos, no provocan miedo, solo aburrimiento y descreimiento de la cosa pública, porque además de carecer la mayoría de sabiduría y de audacia verdadera, son ellos mismos los que no creen en sus mensajes, pero siguen machacándonos con ellos por ver si cuelan y para justificar lo que cobran, la mayoría de las veces inmerecidamente.