La novela histórica siempre tuvo para mí un especial interés. La trama de las vicisitudes humanas se superpone a las circunstancias históricas de un contexto de usos y costumbres sugerentes, diferentes. Me parece a mí que la gran novela histórica de nuestra literatura hispana es esa sucesión seriada de volúmenes que don Benito fue publicando para reflejar la historia del siglo XIX. Esos magníficos e inigualables "Episodios nacionales", en los que se anticipó a la novela histórica sin el romanticismo de los románticos como Scott.

Me afición a ese género me llevó a configurar un no pequeño espacio de mi librería a esas novelas que se multiplicaron a lo largo del siglo XX. Ahí están casi todas. Desde un "Jeromín" de 1915 a "El muchacho persa", desde la rigurosa "Yo Claudio", a la fascinante "Rey Jesús". Y no sigo citando por no ser prolijo, porque las de la Yourcenar se ofrecen a placer lo mismo que "Quo vadis" o "Ben Hur". Y no me canso. Evidentemente también están los "Manuscritos" de García Jambrina y "La sombra de otro" del mismo autor. A un serio repaso por el siglo XV en los primeros, en clave de misterio, seguía en el segundo, una reconstrucción más dramática de la vida de Cervantes.

Ahora también tengo en la estantería "La corte de los engaños" en la que Luis García Jambrina nos ofrece un mosaico sobre los acontecimientos más conocidos sobre aquellos Reyes Católicos formado reticularmente desde la peripecia de tres mujeres, desde ella focalizada la narración en primera persona. Una dama de la reina, Beatriz Galindo; una noble catalana intrigante y desenvuelta, y una judía sin fortuna.

Desde sus voces asistimos a una revisión de aquellos aconteceres: la conquista de Granada, la expulsión de los judíos y los preparativos de la invasión de Cipango o Catay por occidente, que sería luego América realmente.

Esas tres voces femeninas nos ofrecen una visión crítica de aquellos acontecimientos así como una semblanza de los Reyes Católicos que contrasta con la versión oficial que nos mostraron de niños sobre estas dos cabezas coronadas.

Jambrina, que es además profesor en Salamanca, ofrece un recorrido ameno por la época, incluso deja huellas lingüísticas de términos de aquellos momentos y propios de las condiciones personales de las narradoras: la latina, la cortesana y la judía, así como un documentado conocimiento del pensamiento de tan controvertido siglo.