Resulta que toca ya, para febrero y con Rajoy como candidato único. Tras el descalabro electoral del PP el año pasado, el expresidente Aznar reclamó un congreso abierto para enfrentar la situación del partido. Con su habitual gesto altivo y desdeñoso, que tantas antipatías despierta, le contestó Rajoy con aquello que "el congreso, cuando toque". Pero con un Gobierno en minoría, pese a las entusiastas ayudas de Ciudadanos, y tras casi un año en funciones, salvado gracias al PSOE, su compañero en la oligarquía política del bipartidismo, a Rajoy no le quedaba ya otra que convocar el congreso, cinco años después del celebrado en Valencia, con más contestación que ahora, pero que dejó las cosas justo igual que estaban, lo mismo exactamente que va a ocurrir ahora.

Por supuesto que no es un congreso abierto como quería Aznar, al que Rajoy tiende siempre a marginar lo más que puede para evitar comparaciones. En esta ocasión, el liderazgo del partido es que ni se discute ni en realidad está en juego. Porque la inmensa mayor parte de los 3.000 compromisarios que asistirán al encuentro, en representación de los 860.000 militantes que dice tener el PP, aunque ni ellos mismos se lo creen, irán con la lección bien aprendida dada su dependencia sobre todo económica en muchos casos, del partido y de sus decisiones. Cargos electos, cargos públicos, cargos de designación directa, cargos de confianza, en su gran mayoría, vividores de la política de uno u otro modo, son parte interesada, y muy interesada, en que nada se mueva y todo siga igual, que les va muy bien así a tan firmes defensores del inmovilismo y de cerrar la puerta a los demás.

De modo que nadie discute ni se enfrenta a Rajoy, ni mucho menos se escuchará la voz de tantos de sus afiliados como exigen ya democracia interna, elecciones primarias en el PP. A Rivera, el de C´s, se le ocurrió incluirlo como condición al apoyo otorgado en la investidura, pero no le hicieron ni caso, y el asunto se olvidó. Pero es claro que nadie en la cúpula del PP admite que cada militante tenga derecho a un voto. Acostumbrados al dedo, al caciquismo, al clientelismo y el voto cautivo, ni contemplan siquiera tal posibilidad pese a estar amparada por la Constitución. Todo ha de estar atado y bien atado, y a las bases que piden participación y democracia oídos sordos, aunque cada día sean más las expresiones de protesta contra que el partido sea el coto cerrado de unos cuantos, casi siempre los mismos.

Se excusan implícitamente en lo que consideran el avance peligroso del populismo de Podemos y su sistema asambleario, al que hay que oponer el "no pasarán", y en el fracaso del PSOE donde el líder Sánchez, elegido democráticamente, acabó siendo derrocado por la burda traición de su dirigencia acomodada, más cerca del liberalismo salvaje que de la socialdemocracia de antaño, más lejos del pueblo que de las oligarquías y las élites. Cierto que sus socios de C´s han convocado primarias sin condiciones, en las que todos podrán votar y elegir a su líder, pero entienden en el PP que este y otros ejemplos son de partidos menores, sin posibilidades. Los militantes, a pagar la cuota, a aplaudir, y a votar a Rajoy.