Para no equivocarse y evitar caer en los mismos errores es aconsejable conocer la historia, repasarla, y analizarla meticulosamente, pues de esa manera puede llegar a saberse lo que se ha hecho mal y las causas que lo han motivado. Pero si se hace caso omiso del pasado, o se realiza un análisis tapándose un ojo, o pasando las páginas de dos en dos, probablemente se llegará a otras conclusiones y el resultado final se acercará a otra equivocación.

Ejemplos de ello los vemos a diario. De manera reciente en la apertura de las Cortes Generales, cuando algún partido realizaba nombramientos de personas mal vistas por la opinión pública, mientras otro hacía el número de la cabra -esta vez con bandera republicana y camiseta de panadero- ambos haciendo una interpretación sesgada de la historia reciente. Porque en pocos días no puede llegar a olvidarse que la gente está hasta las narices de soportar sus extravagancias, su falta de estilo y su incompetencia, y que cualquier movimiento, cualquier gesto que puedan hacer, va a ser analizado con lupa, Pero como son presos de ataques de soberbia, se empeñan en escribir la historia desde el seno de sus partidos para hacerse visibles, aunque sea de manera efímera. De ahí que escribir bien la historia, con espíritu crítico, deba de ser una labor hecha desde fuera, porque caso de hacerlo desde dentro se corre el riesgo de utilizar la vara de medir de la abuela, de abusar de las alabanzas, de describir las situaciones de manera interesada, lo que lleva a darse de bruces con el fracaso.

Aquí mismo, en Toro, acaba de finalizar la XXI edición de Las Edades del Hombre y enseguida nos hemos apresurado a escribir la historia en base a loas, cumplidos y aleluyas, y ello porque se ha alcanzado la cifra de 240.000 visitas, que dicho así, de golpe, resulta atrayente -porque nunca había tenido Toro tantos visitantes en tan corto período de tiempo-, pero si comparamos este dato con los obtenidos en otras ediciones, veríamos que no resulta tan meritorio, pues la media de asistencia en las veinte anteriores anda por los 550.000, o sea más del doble. Baste recordar que, en la IX, celebrada en Zamora, en 2001, fueron 510.000 los que la visitaron, y que la celebrada el año pasado en Ávila-Alba de Tormes, fue vista por 400.000 personas. De manera que los datos con los que deberíamos quedarnos deberían ser estos últimos, si lo que queremos es dejar rastro de lo que ha pasado.

Otro caso reciente es el de la congelación "sine die" del nuevo museo de Semana Santa, que se ha conocido a través de un comunicado de la Junta de Cofradías que dice que no se puede aceptar la subvención de la Junta de CyL, por importe de 300.000 euros, como tampoco el solar que, al parecer, ha ofrecido el Obispado, porque no se dispone de financiación para acometer la obra. No hace tantos meses, cuando la situación financiera era la misma, se pedía a bombo y platillo la cesión del parque de San Martín, para levantar el nuevo edificio; se hablaba de arquitectos de prestigio para el proyecto, y se anunciaba una consulta popular para conseguir la cesión del solar solicitado, ya que el Ayuntamiento no estaba por la labor al impedírselo aspectos legales. Pues si entonces era posible acometer la obra, no se entiende muy bien por qué ahora no es así. Lo cierto es que no se sabe qué ha pasado entre el hoy y el entonces, ya que solo se ha dicho que no se puede y punto, y con tan lacónica explicación difícilmente podrá escribirse la historia, y más difícilmente reconducirse el tema, si es que ha habido tema alguna vez.

Venimos repitiendo por estos pagos, un día sí y otro también, que es una lástima que los jóvenes tengan que abandonar la provincia para poder labrarse un futuro, porque en Zamora el envejecimiento y la despoblación no dan para más. Esa es una parte de la historia, pero también existe otra que formaría parte de la respuesta a la pregunta de donde están esos jóvenes, los que se han ido y los que aún quedan aquí, y a qué están esperando para manifestar su indignación, para hacer visibles sus reivindicaciones, para requerir que se cumplan esas pomposas frases de la Constitución que hablan de igualdad y solidaridad. Porque, lo cierto, es que no se ven por ninguna parte, si acaso los fines de semana por la calle de los Herreros.

Por eso, cuando en estos días se oye, en ciertos mentideros, que las fuerzas vivas de la ciudad están en la idea de pedir un "plan de choque" para salvar a la provincia, a cualquiera puede asaltarle la duda de si alguien ha llegado a creérselo, porque la desazón y las tribulaciones que nos acompañan, y el no saber si alguien se ha molestado en repasar la historia no lo permiten. Lo que si flota en el ambiente es la falta de fe en la clase política y el dudoso interés que esta muestra a la hora de escribir la historia.