Según publicaba este periódico hace unos días, el delito contra la Seguridad Vial por el que se investiga a Rosa Valdeón podría estar resuelto en pocas semanas con un juicio rápido en el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León.

Sucedió el día 10 del pasado mes de septiembre. Esa mañana nos despertábamos con la noticia de que la vicepresidenta de la Junta de Castilla y León, Rosa Valdeón, había resultado implicada en un accidente de tráfico la tarde anterior. De inmediato, la noticia revolucionó la ciudad de la que había sido alcaldesa y en la que, como no podía ser de otra forma, cuenta con admiradores y detractores. Gentes que, en su momento, la aplaudieron de forma incondicional, independientemente de la decisión que tomase, y quienes, con la misma irracionalidad y apasionamiento, hicieron justamente lo contrario. Nada extraño, por otra parte, la salmodia de esos turiferarios e inquisidores de turno haciéndose notar según toque.

El suceso corrió con rapidez por los mentideros de Zamora. Quien más, quien menos, buscaba detalles recreándose en el morbo que produce saber de persona pública envuelta en asunto escabroso. Incluso aquellos a quienes, de común, les resulta ajeno cuanto provenga de una clase política en horas bajas se atrevían a aventurar las consecuencias que podrían derivarse para la considerada por muchos como sucesora del presidente Herrera. Las tertulias hervían y los zamoranos intercambiaban chismorreos sobre el futuro político de su paisana.

Resulta que, cuando horas después del incidente, fue retenida en un control de Tráfico las pruebas de alcoholemia demostraron que había ingerido alcohol por encima del límite permitido. Las consecuencias no se hacen esperar y Rosa Valdeón anuncia su dimisión como vicepresidenta de la Junta. También, como consejera de Empleo y como miembro del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular. Expresa, además, su deseo de renunciar a la condición de aforada. Decisiones dignas de aplauso por cuanto tienen de ejemplaridad y coherencia con sus repetidas manifestaciones respecto a la corrupción política en general y la de su partido en particular.

Hasta aquí todo normal. Hablo del desarrollo de los acontecimientos, no de la irresponsabilidad que supone sentarse al volante con unas copas de más. Existe un delito, la Guardia Civil levanta atestado y la Justicia determinará la sanción a aplicar. Bien. Perfecto. Vale, sin embargo, algo huele mal en este asunto.

Resulta sorprendente que el alcalde de Zamora manifestara, en su momento, que le parecía excesivo el coste con que algunos pretendían que purgase el incidente la implicada. No son habituales las formas versallescas entre adversarios políticos, de ahí mi sorpresa. Sin embargo, lo realmente inaudito no es que el señor Guarido, en un gesto que le honra, hiciera pública su solidaridad con la exvicepresidenta sino que las críticas más despiadadas a Rosa Valdeón le llegaran de los suyos. Sucede que algunos aprovecharon el percance para saciar sus ansias de venganza política, revanchismo o vaya usted a saber qué, y en el colmo de la "vendetta" exigieron que renunciara, también, al acta de procuradora. Un linchamiento en toda regla que hubiese hecho sonrojar a Maquiavelo. Sí, porque no es ético. ¿A qué, esta ceremonia de la confusión mezclando los ámbitos público y privado? Por más que se empeñen, su tropiezo no es comparable a las rapiñas de esos figurines con pelo engominado que han hecho del país su cortijo particular. Nada que ver su yerro con las fechorías de esos nuevos "buscones" que han cambiado las raídas calzas de antaño por corbatas de seda y coches de alta cilindrada.

Los hechos evidencian una lucha fratricida entre los populares castellanoleoneses. Miembros de la Junta de Castilla y León piden su reincorporación a la gestión pública mientras cualificados políticos del Partido Popular zamorano defienden justamente lo contrario. El enfrentamiento es claro. ¿Amén de acabar con la carrera política de Rosa Valdeón, se buscaba, tal vez, "pasar factura" al presidente Herrera por actuaciones pasadas?

Alguien debiera aclarar este punto. De no ser así, podría pensarse, que estamos hablando de un partido en el que las rencillas personales priman sobre la sensatez y la cordura. Al menos, en el ámbito zamorano.