Con esta sencilla reflexión deseo manifestar públicamente mi felicitación a la Asociación para el Estudio y la Difusión de la Capa Parda Alistana y a su presidente, por el magnífico y noble trabajo que están realizando. También mi agradecimiento por haberme concedido por unanimidad la Capa Alistana de Honor.

Evidentemente, la capa parda es la prenda más histórica y singular de Aliste, elaborada en sus orígenes con paño extraído de la lana de oveja castellana negra. Esta prenda nos identifica y nos abraza simbólicamente con Portugal, porque es una seña de identidad de todas las comarcas del oeste de la provincia de Zamora y de Castilla y León, y porque nos recuerda la importancia de una de las riquezas (la ganadería) de nuestra comunidad.

Este acontecimiento es grato para mí, además de su carácter simbólico, porque me recuerda mi profesión en el mundo textil, de enorme importancia en la provincia de Zamora y en Castilla y León. Lo hace más atrayente al compartirlo con mi colega, la profesora de oficios textiles Rafaela Fernández. No podemos olvidar que la lana y su transformación han representado una importante contribución económica, y también favoreció de manera decisiva la creación de empleo en toda la comunidad, llegando a ser Medina del Campo el centro internacional del mercado de la lana.

Sin embargo, esta efeméride me inquieta e incita, una vez más, al enfrentarnos ante los graves problemas de la emigración forzada por razones económicas, sociales, incluso educativas y culturales. Consecuencia de esta situación se producen sufrimientos y problemas humanos. Por lo que parece no se encuentran soluciones a la emigración y como consecuencia a la despoblación que se produce en Castilla y León. Me recuerda los tristes años de la dictadura que obligó a millones de españoles a buscarse la vida lejos de su patria chica.

Tomemos como ejemplo la comarca de Aliste: durante los años sesenta y setenta se produjo una despoblación enorme, saliendo más del 90% de los jóvenes a regiones más industrializadas de España y de Europa. El éxodo rural masivo afectó fundamentalmente a las mujeres y a los jóvenes mejor preparados. Aunque en menor medida, la emigración ha continuado. Los que no emigraron tienen hoy entre 80 y 90 años, los mismos de los que han regresado. Como consecuencia de la despoblación y el envejecimiento, se ha producido la desaparición de la mayor parte de los medios de producción, los oficios, la artesanía tradicional y sobre todo la ganadería y la agricultura y con ello, lógicamente, las personas, las familias, los alistanos y muchos castellanos y leoneses, calculándose que cada año Castilla y León pierde 25.000 habitantes.

Me consta que esta situación es una preocupación compartida por la inmensa mayoría de los ciudadanos, también por las instituciones públicas en los diferentes ámbitos y responsabilidades territoriales. Creo que en estos momentos la despoblación, además de una lacra, es un problema urgente del estado de la Comunidad, pero también del estado de la nación. Por lo tanto, nadie se puede desentender en la búsqueda de soluciones, ni eludir compromisos, pues, como he manifestado en muchas ocasiones, nada de lo que ocurra en nuestra comunidad nos puede ser ajeno, y por lo tanto nos tiene que implicar a todos. Al ser esta una situación de emergencia, no se pueden eludir las responsabilidades argumentando, como viene siendo habitual en algunos responsables políticos, que "no es de mi competencia".

Lógicamente, siendo la emigración y la despoblación causas fundamentales de la pérdida masiva de los habitantes del territorio, un problema habitual que afecta al conjunto de los castellanoleoneses, la responsabilidad, orientación y dirección de las medidas, así como la pauta de las soluciones, deberá asumirla el Gobierno de Castilla y León, es decir, la Junta. Eso sí, implicando a todas las demás instituciones (desde la Comisión Europea hasta la administración central del Estado, ayuntamientos, diputaciones) y a la propia sociedad civil.

De poco vale hacer discursos retóricos hablando de que "España es lo único importante" como proclamaban algunos, o Castilla y León como pregonan otros, si nos olvidamos de los vecinos con nombres y apellidos. Y es que los objetivos de cualquier proyecto político democrático pasan por mejorar las condiciones de vida de las personas (que no gente), al tiempo que se construye una sociedad libre y moderna, de convivencia y respeto mutuo, avanzando en igualación económica y social. Una sociedad de derechos y libertades, también de obligaciones.

No me corresponde a mi establecer los planes y proyectos a seguir, pero deseo recordar los estudios que ya, durante el primer gobierno de nuestra comunidad, se elaboraron para determinar una definición y aproximación en la configuración de las comarcas como punto de partida de la ordenación del territorio y para establecer la ubicación de los servicios públicos fundamentales, como la sanidad, la educación, los servicios sociales, la planificación? Que facilitara y estimulara el asentamiento voluntario de la población. La despoblación, en sus orígenes, está ligada con la ordenación del territorio. Es decir, la vocación de cada espacio físico y social. También tiene que ver con la urbanización y el estado de bienestar, la percepción de mejores servicios públicos existentes en el medio urbano, pero también rural.

Conozco que se han venido realizando nuevos estudios y proyectos; incluso la creación de comisiones y algunas jornadas de estudio. Pero todo ello necesita determinación y compromiso, continuidad y perseverancia, hasta comprometer medidas, programas y sobre todo partidas presupuestarias, sabiendo que la mayor parte del esfuerzo corresponde a las administraciones públicas, con la información y cooperación de los ciudadanos de acuerdo con lo que se ha venido pregonando con la llamada "Agenda de la Población", aprobada por la Junta el 14 de mayo de 2010.

En definitiva, es necesario establecer planes concretos de desarrollo, que respondan a las características económicas y sociales de cada comarca. No podemos consentir por más tiempo que la despoblación se convierta en Castilla y León en "nuestro hecho diferencial".