La inesperada victoria de Donald Trump ha ensombrecido también la política europea y la española en particular. Para Theresa May ese resultado permitirá un "brexit" más duro y para la francesa Marie Le Pen aumentan sus posibilidades de alcanzar la presidencia el próximo año. Ultraderechistas, xenófobos y hasta la extrema izquierda, al creer que la polarización les beneficia, han celebrado el revés de la señora Clinton, la peor candidata demócrata disponible, habida cuenta que Trump ha ganado la Casa Blanca con menos votos de los que perdieron frente a Obama, léase McCain en 2008 y Romney en 2012.

La política española también ha sido cubierta por la nube informativa Trump y han pasado desapercibidos algunos movimientos importantes, más allá de la reacción airada de Pablo Iglesias contra Albert Rivera porque metía en la misma saca, o parecida, al extravagante empresario americano y a los populismos en general, izquierdistas o nacionalistas. Para Rivera la clave es la caída de la clase media y la ausencia de reformas que atiendan sus demandas. Si la clave es esa, el ascenso del populismo está garantizada en España porque se demuestra estadísticamente que la leve recuperación económica no está alcanzando aquí a los salarios medios. Mal vamos.

Era una semana difícil para Pablo Iglesias porque se jugaba el liderazgo de sus partidarios en Madrid y Andalucía. Optó por radicalizarse, aliarse con los anti capitalistas de Podemos y sacar a escena a Monedero, que viene a ser como llamar a la Legión. Acertó, porque ganó en Madrid con un candidato, Ramón Espinar, que había especulado con una vivienda social, lo que resulta una impostura inaceptable, y arrasó Teresa Rodríguez en Andalucía. Otra cosa será comprobar si la derrota interna de las candidaturas errejonistas conlleva una pérdida de electores que quieren cambios profundos pero sin la radicalidad de Iglesias.

La nube Trump tapó el primer éxito de Ciudadanos resolviendo justas reivindicaciones de los autónomos y también el primer desafío del propio Rivera a Rajoy: "Antes del 30 de noviembre los que se acogieron a la llamada amnistía fiscal deben recibir una carta de Montoro, o de alguien de Hacienda, para que no prescriba su obligación de pagar un diez por ciento y no solo un tres, como hasta ahora, por su regularización de capitales". Rivera, que lanzó esta advertencia al inaugurar el Foro de la escuela de negocios Next, no contaba con que a las pocas horas el tsunami Trump inundaría los informativos. Pero antes del día 30, se supone que volverá sobre ello. Si estando advertido el Gobierno públicamente perdona ese siete por ciento diferencial a los evasores arrepentidos, será el primer gran escándalo de la "nueva era Rajoy".

Entretanto, el PSOE prosigue su supuesta reconstrucción pero con riesgo de autodestrucción a cada paso. La tentación de cortar con el PSC supone dinamitar uno de los pocos puentes que todavía unen Cataluña con España, como ha advertido Elena Valenciano. Se disfraza esa posible decisión del PSOE con motivos ideológicos o disciplinarios pero, en realidad, se debe a razones orgánicas: como el PSC está más cerca de una opción federal, como la representada por Pedro Sánchez, si se le priva de voto en el Congreso del PSOE más posibilidades de salir elegida tendrá Susana Díaz, o quien la represente. No ignora Susana Díaz que el dramático desalojo de Pedro Sánchez de la Secretaría General le ha costado a ella, y a sus monaguillos territoriales, un significativo capital político. Por eso necesita tiempo para restañar heridas. Y para ello quién mejor que Patxi López, leal a Pedro Sánchez hasta el final pero que siempre defendió internamente que "antes perder que romper el PSOE". Consultado Borrell, no existe ninguna posibilidad de que opte a la Secretaría General. Patxi se dibuja como la solución intermedia para ganar tiempo y empujar a Pedro Sánchez a dar clase en alguna universidad americana. Siempre que Trump no se entere, claro.