Ante la evidencia de la decrepitud social y económica de Zamora, los agentes sociales y la Diputación han decidido retomar la llamada "mesa de diálogo social" para alumbrar una reivindicación que ni suena a nueva ni, mucho menos, a efectiva. Los primeros, fundamentalmente a través de las organizaciones sindicales, han planteado el trabajo conjunto para elaborar un Plan de Dinamización para combatir la sangría demográfica y promover el empleo.

Nadie duda de la necesidad de ese plan, ni, sobre todo, de la urgencia para que, sin más pérdida de tiempo, instituciones y responsables institucionales se pongan a trabajar de acuerdo para trazar las líneas maestras de la Zamora del futuro, que es lo que está en juego. Lo que ocurre es que, otra vez, tanto la reunión como el proyecto semeja a un amargo "déjà vu". De nuevo, la historia socioeconómica de la provincia se escribe en bucle. En 1999 los mismos protagonistas se reunieron con idéntico objetivo hasta alumbrar un documento denominado "Plan de Choque". Las reuniones, eternas en el tiempo, acabaron por demostrar, una vez más, la ineficacia y la utilización partidista de las justas aspiraciones de los zamoranos plasmadas en aquel documento, que quiso cobrar algo más de empuje con una manifestación en marzo del año 2000 a la que acudieron más de 10.000 zamoranos.

El debate se extendió durante cinco años durante los cuales se produjeron continuas polémicas sobre su grado de cumplimiento. Entre los objetivos, viejos conocidos como el desdoblamiento de la N-122 hasta la frontera portuguesa, más suelo industrial, el AVE o un Parque Tecnológico Agrario. Algunas de las infraestructuras ya están en marcha, aunque han tardado tanto que para cuando han estado listas las necesidades cruciales eran otras tampoco contempladas por la Administración ni por los agentes sociales, tal y como ocurre con la cobertura de Internet de banda ancha en gran parte de la provincia. Otras han caído en el saco del olvido y un buen puñado sigue pendiente "sine die".

En aquellos años, el objetivo de las reivindicaciones en lo que se refiere a la Administración atañían a la Junta, gobernada por el PP, y al Gobierno de Aznar, pero años más tarde, la situación política daba la vuelta y los reivindicadores de antaño, entre ellos el PSOE, pusieron en escena, de la mano del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, el denominado Plan del Oeste, igualmente de infausto recuerdo. Cámbiense de posiciones los protagonistas, con el PP clamando esta vez sobre el incumplimiento de promesas y compromisos, que el resultado será invariable, rayano en lo estéril. Mientras, en el tiempo transcurrido, la población zamorana sigue reduciéndose a un ritmo de 2.500 habitantes al año y el mercado laboral continúa dependiendo en grado sumo de la temporalidad. Los pequeños avances dependen más del esfuerzo individual, muchas veces en lucha titánica contra una burocracia feroz que apenas ha logrado agilizarse. Porque todavía hoy hay negocios que esperan hasta un año y medio para obtener licencia municipal del Ayuntamiento de Zamora, aunque el signo político sea el de la coalición IU-PSOE.

A pesar de estos negros antecedentes, sindicatos y empresarios se lanzan de nuevo a una aventura que, esperemos, nos lleve esta vez a alguna otra parte. Ahora el modelo a seguir es Soria, que ha repetido fórmula con un Plan de Dinamización negociado por la Junta de Castilla y León con la Diputación soriana y los sindicatos, financiados por fondos específicos destinados a proyectos empresariales: el Fondo de Reindustrialización y el Foro Emprendimiento Soria, lo que supone una inversión de 80 millones de euros a lo largo de cuatro años.

Filosofía y objetivos, los mismos que en Zamora, puesto que paro y envejecimiento son también viejos conocidos entre los sorianos. La consejera de Economía, Pilar del Olmo, que esta misma semana, a las demandas sobre la deslocalización de Kronospan en Benavente, pedía respeto a la multinacional por los 300 puestos que mantiene en Burgos y se resignaba a una posibilidad de actividad mínima en la fábrica de Villabrázaro, anunció que en octubre los sorianos tendrían a punto el proyecto. Esta misma semana ya se han producido los rifirrafes habituales entre Gobierno y oposición porque, a estas alturas, el plan no se ha aprobado y nada se sabe de los fondos que debería aportar la Administración autonómica en los próximos presupuestos. La Junta ha justificado su implicación directa al reconocer la singularidad de Soria por su escasa densidad demográfica, 8 habitantes por kilómetro cuadrado, 90.000 en toda la provincia.

Zamora pertenece a ese marginado grupo de cinco provincias de Castilla y León y diez de España con menor densidad de población en el que también se inscriben, entre otras, Ávila y la propia Soria. Entre 1998 y 2016 ha perdido más de 40.000 habitantes y la crisis ha fulminado gran parte de las empresas en construcción e industria. Ningún municipio zamorano se coloca en la lista de los 500 con mayor renta de España y se encuentra a la cola de los de Castilla y León.

Parece que la singularidad también es distintivo hacia el oeste de la región, con lo que no resulta descabellada la iniciativa que pone en marcha la mesa de diálogo social, aunque para ello sea necesario algo que los hechos han revelado hasta ahora como casi inverosímil: la implicación de las administraciones, más allá de los argumentos y la utilización partidista y la unidad de acción con objetivos asequibles y eficaces. No hay tiempo para más dilaciones.