Tras el impacto causado por la inopinada victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, toca analizar desde el sosiego las posibles consecuencias para las relaciones comerciales de España con el país norteamericano en general y de Castilla y León, en particular. Sin duda, un cambio de gobierno y, sobre todo, de estilo en la Casa Blanca generan una lógica incertidumbre sobre lo que podría ocurrir en la creciente relación comercial entre ambas naciones y en las legítimas expectativas abiertas desde Castilla y León hacia el otro lado del Atlántico y viceversa.

Vayamos por partes. La comunidad autónoma afronta un momento crucial, con unas 5.500 empresas exportadoras en la región, un dato que confirma la vocación del tejido industrial por los procesos de internacionalización como fórmula no solo para esquivar la crisis, sino como vía para el impulso de la actividad económica y la oferta laboral. No es baladí que de ese número de empresas, casi 1.300 ya vendan de manera habitual sus productos a Estados Unidos, lo que convierte a ese enorme país en un objetivo estratégico para Castilla y León, tal y como también lo ratifica el hecho de que sea el primer país americano donde se dirigen las exportaciones regionales y el segundo no europeo.

Como decía, la victoria contra pronóstico del atrabiliario magnate ha disparado todas las alarmas sobre la evolución alcista de ventas que acredita la comunidad desde el año 2008 de manera ininterrumpida. Pero como suele suceder en casi todos los órdenes de la vida, conviene bajar el suflé tremendista y confiar en que, precisamente, un empresario como es Donald Trump vaya a ser el artífice de una política contraria al intercambio empresarial y comercial. Intuyo, más bien, que la principal consecuencia de su ejercicio del poder sea el enésimo retraso en cualquier avance del Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, el conocido TTIP en sus siglas en inglés. Un acuerdo que se negocia desde hace años y que pasará al último lugar en la pila de papeles del escritorio presidencial. Sin embargo, eso no tiene por qué traducirse en un frenazo o, mucho menos, en un retroceso en las oportunidades de negocio. Hay que alejarse, por tanto, en el ámbito económico de posiciones alarmistas y pensar, en cambio, en que la nueva situación obligará, por el contrario, a ser más creativos, inventando nuevos y mejores canales de crecimiento empresarial y de internacionalización. No olvidemos que EE UU es un mercado inmenso y extremadamente consumista, con una población cercana a los 350 millones de habitantes. Es más, la probable confrontación de la nueva Administración estadounidense con México y otros países de habla hispana de la zona, mediante, por ejemplo, subidas arancelarias, podría hasta beneficiarnos a nosotros, al hacernos más competitivos. Incluso, lo que hoy nos parece altamente pesimista puede acabar convirtiéndose en una circunstancia positiva en términos comerciales. Si Estados Unidos intensifica la vertiente proteccionista con los países de su entorno, tendrá que ir mirando a otro lado para las relaciones comerciales y la vieja Europa, aunque tocada, sigue siendo el destino de referencia con alto poder adquisitivo y capacidad de inversión y compra.

El consumidor medio norteamericano seguirá necesitando productos de consumo básicos y sus gustos y determinados privilegios seguirán in crescendo. Es ahí donde, justamente, los empresarios de Castilla y León deben estar y aprovechar el nuevo contexto internacional.

Tenemos que ver el vaso medio lleno y no medio vacío. Habrá un período de adaptación y los contrapesos de poder que la Administración norteamericana posee harán imposible algunos de los anuncios electorales más excéntricos que ha lanzado el presidente electo. Que todos los poderes estén en manos de un solo partido ayudará a la agilidad en la toma de decisiones y, por la trayectoria republicana de EE UU, el sector empresarial no será el peor parado. Otra cosa son las cuestiones sociales y los programas reformistas en materia sanitaria de la etapa de Obama. Estamos, en consecuencia, ante una nueva comprobación empírica de que "a río revuelto, ganancia de pescadores". Tiempo al tiempo.