Pues claro que se tiene que acabar, sin tantas contemplaciones, sin ambages, sin tantos miramientos, los ataques al jefe del Estado, a los símbolos nacionales y a la Constitución por parte, fundamentalmente de separatistas, populistas y todas las siglas que se arremolinan en torno a la extrema izquierda española como la Cup. Esta formación de extrema izquierda, defensora de la independencia de Cataluña y de los Países Catalanes es especialmente activa a la hora de quemar banderas de España, fotos del rey y páginas de la Carta Magna. En la última marcha anticapitalista organizada por la Candidatura d'Unitat Popular y en la última Diada se emplearon a fondo.

No es de extrañar que la Fiscalía de la Audiencia Nacional haya pedido al juez que interrogue como imputados a cinco supuestos responsables de la quema de fotos del rey en la última Diada. Como no podía ser de otra forma todos ellos están vinculados a la Cup. Ahora viene la segunda parte. Esta gente se defenderá, cara a los suyos y a los demás, diciendo que el Estado, el Gobierno, en definitiva, España, ataca la libertad de expresión de un partido catalán en base a la catalanofobia existente en el resto del territorio nacional y bla, bla, bla. Conocemos sobradamente las formas.

Más de lo mismo. Ellos la pifian pero que paguen otros. Porque si a alguien en Madrid o en Zamora, en la efervescencia manifestante de cualquier tipo, se le ocurre hacer lo propio con una foto de Puigdemont o los versos de "Els Segadors" (himno oficial de Cataluña), no dejarían de lanzar anatemas contra los manifestantes, España y todo lo que representa esta gran nación de la que nos debemos sentir orgullosos por encima de castas y caspas, por encima de ideas y de lenguas vernáculas.

Por cierto "Els Segadors" es un himno tremendamente racista que habla de la consecución de la independencia de Cataluña mediante el exterminio de los españoles, además incita al odio, a la violencia y al fomento del guerracivilismo. ¡Como para echarse a temblar! No me extraña que cuando suena atronador en el Nou Camp en medio de un partido de esos considerados trascendentales para el Barça y con una carga tremenda de cuestión nacional, dé un poco de miedo a los que ni son ni se sienten como los que vociferan su odio amparados en el fútbol.

Aquellos que se dedican a quemar los símbolos de España no pueden escapar a su responsabilidad, no pueden irse de rositas, el Gobierno, la Judicatura o a quien corresponda deben empezar a ejercer con firmeza si no quieren que esta ya vieja costumbre se convierta en ley. Ya se sabe lo que dice el refrán al respecto. Episodios así solo se dan en ese territorio español, llamado Cataluña, que siempre fue la envidia del resto de España por su sentido común, por su saber hacer, ser y estar, hasta que llegaron la Cup, la Convergencia de Mas, ERC y compañía y demostraron que los cosmopolitas catalanes también pueden ser unos energúmenos, con la lengua en exceso larga para el insulto, provocadores, desafiantes y ciertamente rufianes cuando emplean comportamientos y actitudes como la susodicha que puede sentar en el banquillo a un buen número de miembros de la Cup, como responsables de un delito de injurias contra la Corona. Eso se tiene que acabar y la judicial es la vía.