Este barrio Entrepuentes contiene oportunidades que hay que sacar a la luz. Por ejemplo, la franja ancha de suelo público, ocupado a veces ilegalmente, que hace su recorrido al pie de las murallas desde la trasera del convento del Tránsito hasta la zona próxima al seminario, podría urbanizarse y convertirlo en un parque lineal, que haría un recorrido sombreado muy sugerente y desconocido para la mayor parte de los zamoranos, y zona que serviría de transición con la ciudad cercada. Otra oportunidad que se presenta para el barrio y la ciudad es la que resulta de la peatonalización del Puente de Piedra, porque ello ha motivado que se despierten expectativas que pueden convertir esta zona ribereña en un atractivo centro de actividad social y del comercio local del barrio y de la ciudad. Ello llevaría a revalorizar esta zona postergada para la promoción de viviendas y locales, diferentes de los anodinos bloques que han proliferado por todas partes.

La operación consistiría en edificar el frente de la manzana que parte del Museo Provincial y que, girando, se pone en línea con la carretera de Vigo, hasta llegar a la siguiente bocacalle. Lo ideal sería hacer una fila de viviendas adosadas, dúplex con pasillos exteriores en las traseras. Y con vistas al parque lineal anteriormente descrito. La planta baja tendría locales comerciales con una zona de soportales en primera línea de fachada, como los propios de cualquier pueblo castellano. No conozco el grado de edificabilidad y alturas de la edificación que estipula el Plan vigente. Lo digo porque es una zona que tiene que tener un grado de protección paisajística de lo más exigente, y de que no vuelva a repetirse casos como el que se hizo no lejos de esta zona en que los testeros visibles de las viviendas desde la carretera aparecen ciegos. El tema de las alturas de la edificación es crucial porque todo tipo de edificación que actúe como pantalla cubriendo el paisaje de la ciudad sería una burla a la imagen de ella, que todavía perdura y que se expresa con toda su fuerza desde este lugar.

Con estos mimbres se podía preparar un acceso incomparable a la ciudad. Yo no lo voy a ver porque la maduración de las ideas en urbanismo es lenta pero por lo menos lo que se imagina y se expresa ahí queda ,y eso es el primer paso para hacer posible la elaboración de ideas para el mejor futuro, anticipándose a que lo toquen las manos de siempre.

Se trataría de preparar una senda de acogida a la ciudad con el mayor despliegue creativo. Empezaríamos por la superficie de circulación del puente. Este pavimento para uso peatonal sería de adoquines, pero no los que se estilan por todo el país que es el propio para las herraduras de las caballerías. Aquí nos referimos a los adoquines para aceras, como hacen los portugueses en los que la pisada no tiene la dureza pétrea de tipo granítico, y con el que se pueden hacer cenefas de distintos matices en forma de ondas trasluciendo las aguas que corren pocos metros abajo. Ya a la salida del puente, y como rememoración de la torrecilla original demolida, se dispondrá una armadura aérea hecha con perfiles metálicos con la forma de una jaima árabe, que rematarían su cúspide con la figura de la Gobierna empuñando la bandera de la seña bermeja. Es una alusión a la presencia en tiempos lejanos a la tropa infiel apostada en sus tiendas frente a la ciudad, tensando la paciencia de los zamoranos. La superficie vial del puente deberá contar con una iluminación que resalte la obra de ingeniería romana y del firme del vial, iluminación que se concentraría para hacer brillar en la noche intensamente la figura de la Gobierna.

El viajero que cruza el puente tendrá enfrente la masa de la ciudad, de tonalidades terrosas emulando la montaña que forman las aguas del mar preparadas para descargar en la orilla, una alta ola que ha quedado inmovilizada, y que su base se ve contenida por el resplandor de los cristales de los miradores, emulando las aguas tan cercanas del río .

Una nueva estampa de la ciudad se abre al visitante con las cristaleras del paisaje copiando la transparencia de las aguas del río oculto y debajo de ellas la sombra de los soportales, cobijo de vecinos y paseantes, paseando más con la lengua que con los pies, y casi borrados por la penumbra. Toda esta descripción la veo pasar ante mí. Pienso que realizar este sueño supondrá empeño y participación entusiasta de mucha gente. Y que habrá muchas soluciones brillantes, juicios y resultados de otras mentes e intereses. Pero yo mismo, como un ciudadano más, no podía quedarme callado ante el desafío.