Están ocurriendo casos horribles entre menores. Ya es lo máximo, porque se ha llegado a la muerte. Uno se arroja desde un tercer piso; otra se atasca de alcohol hasta el punto de entrar en coma etílico y morir en consecuencia. Son dos ejemplos muy recientes. En el caso del niño que se arrojó desde su piso situado en el tercer piso de un edificio parece que él mismo dejó escrita la causa, el temible y tan frecuente fracaso escolar y hasta los causantes. La investigación llegará a la conclusión del extremo señalado por el suicida, tanto por lo que se refiere a sus tres compañeros como a la persona adulta señalada. En el caso de la niña fallecida en San Martín de la Vega, no hay duda de que fue ella misma la que ingirió la mortal dosis de alcohol; lo que ahora está sujeto a investigación es quién compró el alcohol y lo suministró a los jóvenes participantes en el botellón, puesto que los menores tienen prohibido, por ley, adquirirlo y los establecimientos, por la misma ley, no pueden despachárselo.

Cuando se trata de casos como los relatados, comienza la batalla de atribuir la causa de lo ocurrido y son muy diversas tales atribuciones. En el acoso escolar, los acosadores son los causantes directos; pero no están exentos de responsabilidad los directivos del centro en el que ocurre y los que conocen lo que ocurría y no lo han revelado.

En el acoso escolar se atribuye la causa al centro y, tal vez, a alguno de los progenitores del acosado, sin descartar -es natural- a los compañeros acosadores. En el caso de un botellón, no se olvida la prohibición de celebraciones de tales desahogos juveniles, así como la obligación de las autoridades de vigilar y actuar para que no se celebren. Por eso, en San Martín de la Vega se culpa al Consistorio que, según manifestación del alcalde, ignoraba que se celebraran tales reuniones juveniles.

Para enjuiciar los casos protagonizados por menores, casi siempre hay que tener en cuenta el factor educación, en su sentido más amplio, en el que se comprenden todas las manifestaciones conductuales. Y en la educación intervienen -o deben intervenir- muchas personas: entran el educando, los padres, los educadores y todos los encargados de asuntos relacionados con esa actividad, como son las autoridades, unas porque legislan y otras porque gestionan. Y, en caso de que hubiese culpa, de alguna manera todas esas personas son culpables.

En el caso de la niña, hay quien dice que no se debe culpar a los padres, "porque bastante tienen con haber perdido a su hija". Pero creo que los mismos padres se culparán, sin que nadie se lo diga. Y, además es bueno el escarmiento para con otros hijos que dependan de ellos. En cuanto a las autoridades, no debe dejarse aparte el hecho que motiva bastante la despreocupación de los padres por lo que se refiere a la educación de sus hijos: me refiero a la prohibición de todo castigo, sobre todo físico, que se les ocurra inferir al hijo. No soy el único que juzga improcedente la ley en cuestión: Si el padre tiene la responsabilidad sobre los actos de su hijo menor de edad, debe estar provisto de todos los medios razonables para que lleve a cabo su cometido. Y entre los medios puede estar un castigo razonable, a juicio de esos mismos padres, que por otra parte son quienes más aman a sus hijos. En cuanto a las autoridades municipales, deben vigilar la conducta de sus vecinos, sobre todo por lo que se refiere a actividades colectivas, públicas en cierta manera. Por eso se acusa al Consistorio de San Martín de la Vega y los responsables acuden a la ignorancia como eximente de su posible culpa.

Vengamos a los casos de acoso escolar. Los docentes no pueden eludir su responsabilidad, alegando que ellos "deben instruir". Sí, pero, en contra de una opinión muy divulgada hoy, ellos son funcionarios o empleados del Ministerio de Educación. Por tanto los educadores son responsables, porque deben educar, así como los alumnos deben captar esa educación y no prescindir de ella. Como se ve, este asunto da para mucho escribir; pero baste con esto para que el lector piense y extienda el contenido de estas líneas hasta donde lo crea oportuno. Yo, que soy muy cauto en atribuir culpas, digo que, en estos casos, si existe causa, es muy difícil que nadie pueda escabullirse y negar su poca o mucha responsabilidad en lo ocurrido.