Cuando estaba pensando el contenido de esta colaboración sentí una incomodidad por culpa del título de la misma: deberes. Me gusta poco el término utilizado para dar nombre a las tareas escolares, después del horario escolar. Es un término cargado de rigor y obligación: ¡deberes!

Por otro lado, alejado como estoy de la docencia, no entraba en mis planes de escritor ocasional tocar este tema. Ha sido el "deber de amistad" el que me he impuesto cumplir para aceptar este encargo.

¿Deberes? Vayamos despacio.

Me gustaría que todos los niños del mundo tuvieran deberes escolares después de la escuela porque eso significaría que estarían libres de hacer otro trabajo muchísimo más duro para subsistir.

Deberes. ¿dónde?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿cuáles? ¿Para quién? Son cuestiones que ineludiblemente hay que tener en cuenta aunque en un artículo no podamos darle respuesta a todas. Son por otro lado preguntas pertinentes y nada retóricas.

En mi práctica docente tuve alumnos que antes de venir por la mañana al cole andaban recogiendo cartones como parte de los deberes familiares implícitos en su situación de graves carencias; pongamos que hablo de Madrid.

Otros madrugaban para aviar a sus hermanos pequeños mientras sus padres andaban atareados en las primeras tareas urgentes de la granja; pongamos que hablo de Galicia.

¿Deberes? ¿Qué deberes?

No tienen sentido si después de la escuela se incrementa el trabajo de la misma, pero pueden ser tareas complementarias y no agobiantes, incluso entretenidas. El fomento de la lectura, con títulos bien seleccionados y con carácter de transversalidad es un filón para afianzar una destreza básica y reforzar la comprensión, la expresión escrita, la creatividad en general. Al mismo tiempo, los deberes pueden ser un eslabón más de implicación de los padres con la escuela, con el ritmo de aprendizaje del niño, aportando datos de información de sus avances o dificultades antes de recibir el boletín de evaluación trimestral.

¿Deberes? El debate no es el mismo con alumnos en jornada continua o partida, ya que el tiempo disponible es diferente.

Como estamos hablando de tareas para etapas de escolaridad obligatoria es absolutamente necesario el "aprobado" (para entendernos) en las materias del currículum. Sin negar las ventajas de las actividades extraescolares, deportivas, musicales, etc., hay que tener claro lo que para el futuro es imprescindible o solo conveniente, "no siendo que demos por oro plata dorada". Quiero decir que, teniendo en cuenta el principio de atención a la diversidad, no podemos plantear unos deberes para alumnos que no los necesitan ni evitárselos a niños que de no hacerlos podrían quedar descolgados del grupo, abocados al fracaso escolar y más tarde al profesional. Por lo tanto es algo que desde los centros y las tutorías debería tener un planteamiento más flexible.

De mis lecturas de la Escuela de Barbiana recuerdo el caso de un niño que flojeaba en los ejercicios de educación física, en cambio "gateaba" por los árboles como una ardilla. Pues bien, si ahora una niña es capaz de dedicar horas de la tarde al piano, al ajedrez, etc., no se lo dificultemos siempre que sus destrezas escolares básicas estén aseguradas, no siendo que esté tocando a Mozart y no sepa encontrar en el mapa dónde queda Austria. Por lo tanto se deduce de todo ello flexibilidad y planteamiento adecuado de los deberes desde la escuela y la familia.

El exceso de los mismos no beneficia a nadie. Nuestros niños necesitan tener orientadamente ocupado el tiempo libre y si es desde la escuela y la familia mucho mejor. Bastantes artilugios de consumo les distraen y copan su tiempo innecesariamente, y hasta crean adicción.

Concluyendo: Deberes alegres, tareas entretenidas y ¿por qué no? acabar en casa lo que en la escuela descuidaste.

Los padres y maestros podrán perdonar los deberes, la vida no.