La gran miseria, la pobreza extrema que sufrió España en la segunda mitad del pasado siglo, de los 40 a los 60 en particular, se suele atribuir a la situación de posguerra. La guerra no solo barre a buena parte del país y lo ensangrienta. Además de la convivencia, destruye las formas de producción y enriquecimiento colectivo. Está muy estudiado, ya saben; la economía no es más que el gigantesco mecanismo de cómo colaboramos y de los incentivos que se van creando para que esa colaboración sea positiva para todos y no se detenga. Una guerra todo lo para, destruye y disloca. Así que la posguerra es el largo y terrible periodo en que toca, entre el dolor y los muertos, volver a poner en funcionamiento los mecanismos colectivos de cooperación económica. Qué menos que 20 años de hambre después de tres de brutal destrucción colectiva. Eso pasó en el siglo pasado. En este, por suerte, eso de la guerra suena a cuentos de abuelo Cebolleta o libros de Historia; suena a telediario que habla de países remotos y empobrecidos. Aquí no hemos vuelto a sufrir guerras, ni en España ni en Europa. Nos hemos civilizado. Eso dicen.

Aunque acaso debamos ponerlo en duda, siquiera en un sentido: ¿esto que estamos pasando ahora, desde hace ya un puñado de años, no se parece demasiado a una dura posguerra en la que cada vez hay más pobreza y más destrucción visible de las formas de organizarnos económicamente? ¿Por qué cada vez hay más paro, menos ayudas a los parados y más pobreza literal incluso entre quienes aún acceden a algún tipo de salario? ¿Por qué no paran de reducirse los incentivos para que todos tengamos ganas de trabajar y de producir más y mejor? No es hablar por hablar. Unos datos. LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA nos informaba esta semana de que hay 14.000 zamoranos en la provincia cuyo sueldo medio está por debajo de los 300 euros. O sea, un salario de mierda. O de miseria, si lo quieren más fino. Imposible vivir con eso en el país de la luz más cara del mundo y que ha convertido la vivienda, un bien básico, en objeto de lujo y especulación. Casi una cuarta parte de los que aún trabajan, un 23%, reciben esos salarios que no solo no te sacan de la pobreza sino que te hunden más en ella. De hecho se ha acuñado una nueva expresión: "los trabajadores pobres". De ellos saben mucho en Cáritas, en los comedores sociales, en las cocinas solidarias.

Otro diario, El País, informaba también esta semana, el día 2, en Internacional, de que "hay trabajadores en Estados Unidos que acaban el turno, recogen sus bártulos y se van a dormir a un albergue para indigentes". EE UU, como saben, es el paraíso contemporáneo: si un país quiere triunfar, pintar algo en el concierto internacional, ha de imitar a la gran potencia económica y cultural. Pues en ese "paraíso", como aquí, parece haberse entrado en una típica economía de posguerra: hay cada vez más pobres, más excluidos, más explotados, porque que las formas colectivas de producción están siendo dinamitadas y no paran de empeorar los incentivos para trabajar más y mejor. En EE UU -se nos informaba en el reportaje mentado- trabajar ya no significa ganarse la vida. Y se daba este dato estremecedor: "Seis de cada 10 hogares que se encuentran bajo el umbral de la pobreza en todo el país tienen al menos uno de sus miembros empleados". Y ojo, que las empresas que pagan allí los salarios basura no son pymes que no pueden más: son gigantescas empresas como los McDonalds o los Walmart (la mayor cadera americana de supermercados, que obtuvo casi 15.000 millones dólares de beneficio neto el año pasado).

Bueno, pues hacia eso vamos, como los alumnos aventajados que siempre hemos querido ser. Y esa es la situación que no para de empeorar, ni allí ni aquí ni en los países de "nuestro entorno", porque el sistema económico que nos rige ni sabe, ni puede, ni quiere dar marcha atrás. Hay nuevo Gobierno en España. Estarán felices los que tanto suspiraban por acabar con el vacío institucional. Pues ahí sigue Montoro, el experto en recaudar de quienes no tienen nada (parados, pensionistas, trabajadores pobres?). Y ahí sigue De Guindos, el entusiasta de la troika, el neoliberalismo y la banca financiera. Ahí siguen, en fin, Mariano y el PP, dispuestos a "implementar" con entusiasmo la "única política económica posible": todo para los de arriba, nada para los de abajo. Enhorabuena -aunque será en hora mala- a cuantos han hecho posible que las posibilidades de cambio real en España sigan siendo lejanas e incluyo, por qué no, a los votantes, que también tienen, tenemos, nuestra cuota de responsabilidad. Zamora muere; cada vez más zamoranos pasan necesidades, hambre y van a pasar mucho frío en invierno. El país en general y muchos otros países seguirán insistiendo en la anti-economía sin incentivos que nos está llevando a un callejón sin salida y sobrado de sufrimiento. ¿Qué guerra hemos perdido? ¿Qué situación de posguerra nos están imponiendo? ¿No va siendo hora de despertar?

(*) Periodista, escritor y secretario

general de Podemos Zamora